8 de febrero de 2011

Crónicas españolas: Los bares españoles y yo

(Este artículo salió publicado en la revista Argentinos.es, en la edición Septiembre/Octubre de 2011)


Hace exactamente 7 años, la primera vez que vine a España, mi marido me llevó a Cáceres. Nos juntamos con unos amigos y a la noche salimos "de tapas". Experiencia nueva para mí.

Entramos en un bar. No era un bar moderno, de esos con luz tenue y propagandas de Isenbeck. Era un bar español: jamones colgando, mucha madera, una densa nube de humo cubriendonos cual efecto invernadero. Cubría el suelo por completo una capa de servilletas abolladas, carozos de aceitunas y alguna que otra rodaja de pan. Lo que, en criollo, sería una mugre. Pero acá la tradición indica que cuanto más mugre en el suelo, mejor el bar.

El camarero detrás de la barra nos saludo con un "eeeeh chavales!", y yo me zambullí en ese folclore tan ibérico. La gente parada al lado de la barra con una copa en la mano y en la otra un cigarrillo, o una tapa (bocadito de algo salado, en general, arriba de una rodaja de pan). Vozarrones y risas por todos lados, cañas (como le dicen a las cervezas) que iban y venían. Platos de croquetas y empanadillas de bonito. Todo un mundo de tradición española concentrado en un lugar tan chiquito.

No fue fácil. Sobre todo lo de la mugre en el piso, no se camina bien pisando carozos. Muchos se cayeron. Pensé que esta gente estaba loca. De hecho, sigo sintiendome rara en este tipo de lugares.

Pero me encanta la comida, la bebida y la compañía. No me gusta comer de parada ni que la gente tire basura al piso. Yo todavía no lo hago, siento que estoy dando alguna lección de decencia cavernícola, pero estos españoles no se dan por aludidos y entonces me guardo la servilleta arrugada en el bolsillo.

Les gustan sus tradiciones. Pero la modernidad va a arrasar con ellos también. Es una ley igual de dura que la gravedad. Y está cerca.

La otra vez fui de tapas en Ávila. Un mozo barría el piso cuando llegamos. No es que eso me parezca mucho mas higiénico, pero la cosa va cambiando.

La ley contra el tabaco también les impidió terminantemente seguir fumando adentro de los bares. Así que ahora se les enfrían las croquetas mientras fuman en la puerta. Los partidos de fútbol tienen parte de su público adentro del bar y la otra parte pega la ñata contra el vidrio para ver los goles.

La sociedad ha quedado dividida. No me preocupo porque sé que estoy del bando ganador: no fumadora y entusiasta de los pisos limpios.

Ahora los bares de tapas modernos están aseados, no tienen un cumulus nimbus de humo y preparan tapas con cebolla caramelizada. Son mejores? No lo sé.