Les Baigneuses-Jean Leon Gerome |
A pesar de que el mes que viene
cumplimos un año en Estambul, todavía no habíamos juntado coraje para
someternos a la experiencia del baño turco en un hamam. Cuando unos amigos
vinieron a conocer la ciudad y propusieron visitar el hamam de Çemberlitas, con
sabiduría Ale me dijo "estas cosas son para hacerlas en grupo" y no
le faltaba razón. Así que allá fuimos.
En realidad primero nos propusimos,
la noche anterior, leer de qué se trataba el famoso baño turco. Por suerte hay gente
que se dedica a contar sus experiencias en un blog. Gracias a ello, nos
enteramos de que la costumbre del hamam se vive prácticamente desnudo.
No es que uno no disfrute andar desnudo por ahí, aún cuando nuestra larga tradición social y religiosa lo vea
con malos ojos, pero hay que diferenciar entre que verse desnudo a sí mismo y
ver a los demás. El shock
inicial es ineludible aún teniendo los más amplios cánones de belleza moderna.
El hamam de Çemberlitas es uno de
los más tradicionales de la ciudad y tal vez, el más turístico de todos. Fue
construido en 1584 por famoso arquitecto Mimar Sinan (el Miguel Ángel de Turquía),
a pedido de la Sultana Nurbanu. Está ubicado en pleno barrio con el mismo
nombre, junto a la columna romana de Constantino. Aunque cuando se construyó,
la entrada del hamam estaba al ras del suelo, con el tiempo la ciudad fue
subiendo de nivel y actualmente se accede por una escalera que baja unos
cuantos metros hasta la puerta.
Esta entrada principal es el
antiguo acceso para hombres, las mujeres tenían uno exclusivo a un costado
sobre la misma calle. Hoy es la entrada común a todo el mundo, sin embargo,
luego de ingresar se separan hombres y mujeres (como Alá lo deseó, por lo
visto). En la recepción un cartel anuncia los tratamientos y sus precios, hay
desde el tradicional baño turco (30 euros) hasta masajes y pedicuras. También
puede comprarse la entrada solo a las piletas, pero lo desaconsejo ya que no
vale la pena entrar únicamente a eso, los decepcionaría.
Aunque probablemente el reloj
corría con normalidad, desde que entramos al hamam todo se sucedió para mí con
la lentitud de quien no sabe qué viene a continuación. Investigamos el
contendido de las bolsitas que nos dieron al pagar la entrada (una bombacha,
una toalla de hilo y una manopla) y nos dejamos guiar de un lado para el otro
sin saber de qué se trataba todo eso. Fingimos naturalidad pero nuestros
cerebros trataban de procesar lo que sucedía alrededor, sin demasiado éxito. De
la sala común (donde algunas mujeres reposaban en toalla y tomaban jugos de
fruta) a los lockers. Vestidas con la bombacha y la toalla, y habiendo visto ya
a unas cuantas mujeres en diferentes estados de despreocupada desnudez (allí
llama la atención quien se pone muy pudorosa), nos dejamos guiar por una señora
hasta la puerta de la sala principal.
Grande Piscine de Brousse - Jean-Léon Gérôme |
La escena que vi a continuación me
sorprendió por su realismo, pero a la vez era exactamente como me lo imaginaba.
Era una representación en vivo y en directo de aquellas pinturas del
renacimientos, de los baños romanos. Mujeres semi-desnudas, sudando, algunas
lavándose, otras recibiendo masajes. Una fantasía masculina en toda regla, no
hay necesidad de explayarse demasiado.
El recinto principal del hamam es
una habitación circular, con una gran tarima de piedra en medio y justo debajo
de una cúpula por la que se cuela la luz a través de pequeños agujeros en forma
de estrellas llamados "ojos de elefante". Alrededor de la tarima se
abren arcos que dan a pequeños baños con piletas de mármol y canillas doradas.
Cuantas canillas hay parecen estar abiertas. El calor y el vapor de agua en el
ambiente hacen que todas las superficies estén húmedas.
Nos recostamos en nuestras toallas a
cuadrillé encima de la tarima junto a otras mujeres que charlan y sudan
profusamente. Es difícil reconocer a las profesionales del hamam ya que todas
estamos semi-desnudas, pero las distinguimos porque son mujeres mayores con
ropa interior que ha conocido mejores épocas y bastante más resolución que las
demás. Las profesionales caminan por el recinto con un propósito, te dan
órdenes y llevan y traen cuencos llenos de agua, es claro que no están de
esparcimiento.
The Massage in the Harem-Bernard Debat Ponsan |
Una de ellas me hace tumbar boca
abajo con una breve orden en inglés. Me frota todo el cuerpo con la manopla. No
es brusca, es agradable, una exfoliación a conciencia. Cada tanto me da nuevas
instrucciones para que me siente o me acueste en otra posición. Después del
rasqueteo, agarra una tela de hilo que sumerge en un bol con agua y jabón, y
empieza a hacer un montón de espuma que me aplasta contra la espalda. Me baña
como a un bebé, enjabonándome hasta en los dedos de los pies. Un suave
masaje en las piernas y en los hombros, que dura demasiado poco como para
relajarme en esta insólita experiencia, y me enjuaga arrojándome agua tibia con
una enorme palangana que llena en las canillas. Para terminar, me hace sentar
junto a una de las piletas y me lava el pelo con champú. Luego, me indica que
mi tratamiento ha terminado con una rápida sacudida de la mano para que pase al
jacuzzi, donde me espera mi amiga, que ya está sumergida en el agua hirviendo.
A partir de ahí, una puede quedarse
cuanto tiempo quiera en el jacuzzi o en la sala principal. Cuando ya estuvimos
listas para salir, nos enjuagamos con un poco con agua fría de las canillas:
tanto calor y humedad nos hacía nos había bajado un poco la presión. Fuera de
la sala nos esperaban toallas secas y un salón parecido a un patio interno
donde nos sentamos a tomar jugos y a terminar de transpirar.
La experiencia en este spa de la
antigüedad es muy buena, está cargada de esa decadencia ociosa con que uno
imagina a los griegos, a los romanos en sus baños o las aburridas esposas de un
harén. Después de vencer la aprehensión natural a compartir un recinto caluroso
y húmedo con otras mujeres desnudas; de normalizar las reacciones ante la
variedad de cuerpos y de pechos afectados a la gravedad o no; y de entablar
conversaciones sencillas (de esas que tendrían los hombres en un vestuario);
una queda considerablemente relajada y, eso sí, extremadamente limpia.
Tomé un baño turco virtual!!!!Maravilloso como siempre....espero .algún día,experimentar algo de todas las hermosas crónicas!!!!!!!!!!!!!!!!!La tia cholula.
ResponderEliminarjajaja me alegro mucho, tía cholula!!! Quedaste relajada?
EliminarEstoy segura que un día te tocará a vos... al menos vas a ir más informada!
Un beso enorme!
Me alegro que me lo cuentes con tanto encanto ,porque yo a diferencia de tu tia cholula,no me bañare jamas ahi.1) El calor y la humedad me matan!!!!!. 2)Tengo una verguenza grandisima!!! De 100Kg!!!!.3)no me entran las bombachas que te dan ellas.4)La toalla con que te lavan es usada.....5)No entenderia las ordenes ni en ingles,ni en castellano ,de lo nerviosa que me pondria!! 6)En cuanto me tiro una palangana de agua fria le pego una trompada! En fin que esas delicias turcas no son para mi.Pero me encanta que me lo cuenten y que hayan quedado tan limpitos!!!!jajajaja BESOS!!!!!!
ResponderEliminarjajajajajaja
EliminarSi! Estoy totalmente segura de que no supera ni un control sanitario!
Pero... es el sacrificio que tengo que hacer para contarles aventuras! Algunas son mejores que otras...
Me alegro mucho que al menos hayas tenido la experiencia del baño turco virtual!
Más besos!