13 de febrero de 2013

Hamam: los bebes enormes


Les Baigneuses-Jean Leon Gerome

A pesar de que el mes que viene cumplimos un año en Estambul, todavía no habíamos juntado coraje para someternos a la experiencia del baño turco en un hamam. Cuando unos amigos vinieron a conocer la ciudad y propusieron visitar el hamam de Çemberlitas, con sabiduría Ale me dijo "estas cosas son para hacerlas en grupo" y no le faltaba razón. Así que allá fuimos.
 
En realidad primero nos propusimos, la noche anterior, leer de qué se trataba el famoso baño turco. Por suerte hay gente que se dedica a contar sus experiencias en un blog. Gracias a ello, nos enteramos de que la costumbre del hamam se vive prácticamente desnudo.
 
No es que uno no disfrute andar desnudo por ahí, aún cuando nuestra larga tradición social y religiosa lo vea con malos ojos, pero hay que diferenciar entre que verse desnudo a sí mismo y ver a los demás.  El shock inicial es ineludible aún teniendo los más amplios cánones de belleza moderna.
 
El hamam de Çemberlitas es uno de los más tradicionales de la ciudad y tal vez, el más turístico de todos. Fue construido en 1584 por famoso arquitecto Mimar Sinan (el Miguel Ángel de Turquía), a pedido de la Sultana Nurbanu. Está ubicado en pleno barrio con el mismo nombre, junto a la columna romana de Constantino. Aunque cuando se construyó, la entrada del hamam estaba al ras del suelo, con el tiempo la ciudad fue subiendo de nivel y actualmente se accede por una escalera que baja unos cuantos metros hasta la puerta.
 
Esta entrada principal es el antiguo acceso para hombres, las mujeres tenían uno exclusivo a un costado sobre la misma calle. Hoy es la entrada común a todo el mundo, sin embargo, luego de ingresar se separan hombres y mujeres (como Alá lo deseó, por lo visto). En la recepción un cartel anuncia los tratamientos y sus precios, hay desde el tradicional baño turco (30 euros) hasta masajes y pedicuras. También puede comprarse la entrada solo a las piletas, pero lo desaconsejo ya que no vale la pena entrar únicamente a eso, los decepcionaría.
 
Aunque probablemente el reloj corría con normalidad, desde que entramos al hamam todo se sucedió para mí con la lentitud de quien no sabe qué viene a continuación. Investigamos el contendido de las bolsitas que nos dieron al pagar la entrada (una bombacha, una toalla de hilo y una manopla) y nos dejamos guiar de un lado para el otro sin saber de qué se trataba todo eso. Fingimos naturalidad pero nuestros cerebros trataban de procesar lo que sucedía alrededor, sin demasiado éxito. De la sala común (donde algunas mujeres reposaban en toalla y tomaban jugos de fruta) a los lockers. Vestidas con la bombacha y la toalla, y habiendo visto ya a unas cuantas mujeres en diferentes estados de despreocupada desnudez (allí llama la atención quien se pone muy pudorosa), nos dejamos guiar por una señora hasta la puerta de la sala principal.
 
Grande Piscine de Brousse - Jean-Léon Gérôme
La escena que vi a continuación me sorprendió por su realismo, pero a la vez era exactamente como me lo imaginaba. Era una representación en vivo y en directo de aquellas pinturas del renacimientos, de los baños romanos. Mujeres semi-desnudas, sudando, algunas lavándose, otras recibiendo masajes. Una fantasía masculina en toda regla, no hay necesidad de explayarse demasiado.

El recinto principal del hamam es una habitación circular, con una gran tarima de piedra en medio y justo debajo de una cúpula por la que se cuela la luz a través de pequeños agujeros en forma de estrellas llamados "ojos de elefante". Alrededor de la tarima se abren arcos que dan a pequeños baños con piletas de mármol y canillas doradas. Cuantas canillas hay parecen estar abiertas. El calor y el vapor de agua en el ambiente hacen que todas las superficies estén húmedas.
 
Nos recostamos en nuestras toallas a cuadrillé encima de la tarima junto a otras mujeres que charlan y sudan profusamente. Es difícil reconocer a las profesionales del hamam ya que todas estamos semi-desnudas, pero las distinguimos porque son mujeres mayores con ropa interior que ha conocido mejores épocas y bastante más resolución que las demás. Las profesionales caminan por el recinto con un propósito, te dan órdenes y llevan y traen cuencos llenos de agua, es claro que no están de esparcimiento.
 
The Massage in the Harem-Bernard Debat Ponsan
Una de ellas me hace tumbar boca abajo con una breve orden en inglés. Me frota todo el cuerpo con la manopla. No es brusca, es agradable, una exfoliación a conciencia. Cada tanto me da nuevas instrucciones para que me siente o me acueste en otra posición. Después del rasqueteo, agarra una tela de hilo que sumerge en un bol con agua y jabón, y empieza a hacer un montón de espuma que me aplasta contra la espalda. Me baña como a un bebé, enjabonándome hasta en los dedos de los pies. Un suave masaje en las piernas y en los hombros, que dura demasiado poco como para relajarme en esta insólita experiencia, y me enjuaga arrojándome agua tibia con una enorme palangana que llena en las canillas. Para terminar, me hace sentar junto a una de las piletas y me lava el pelo con champú. Luego, me indica que mi tratamiento ha terminado con una rápida sacudida de la mano para que pase al jacuzzi, donde me espera mi amiga, que ya está sumergida en el agua hirviendo.
 
A partir de ahí, una puede quedarse cuanto tiempo quiera en el jacuzzi o en la sala principal. Cuando ya estuvimos listas para salir, nos enjuagamos con un poco con agua fría de las canillas: tanto calor y humedad nos hacía nos había bajado un poco la presión. Fuera de la sala nos esperaban toallas secas y un salón parecido a un patio interno donde nos sentamos a tomar jugos y a terminar de transpirar.
 
La experiencia en este spa de la antigüedad es muy buena, está cargada de esa decadencia ociosa con que uno imagina a los griegos, a los romanos en sus baños o las aburridas esposas de un harén. Después de vencer la aprehensión natural a compartir un recinto caluroso y húmedo con otras mujeres desnudas; de normalizar las reacciones ante la variedad de cuerpos y de pechos afectados a la gravedad o no; y de entablar conversaciones sencillas (de esas que tendrían los hombres en un vestuario); una queda considerablemente relajada y, eso sí, extremadamente limpia.

4 comentarios:

  1. Tomé un baño turco virtual!!!!Maravilloso como siempre....espero .algún día,experimentar algo de todas las hermosas crónicas!!!!!!!!!!!!!!!!!La tia cholula.

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    1. jajaja me alegro mucho, tía cholula!!! Quedaste relajada?
      Estoy segura que un día te tocará a vos... al menos vas a ir más informada!

      Un beso enorme!

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  2. Me alegro que me lo cuentes con tanto encanto ,porque yo a diferencia de tu tia cholula,no me bañare jamas ahi.1) El calor y la humedad me matan!!!!!. 2)Tengo una verguenza grandisima!!! De 100Kg!!!!.3)no me entran las bombachas que te dan ellas.4)La toalla con que te lavan es usada.....5)No entenderia las ordenes ni en ingles,ni en castellano ,de lo nerviosa que me pondria!! 6)En cuanto me tiro una palangana de agua fria le pego una trompada! En fin que esas delicias turcas no son para mi.Pero me encanta que me lo cuenten y que hayan quedado tan limpitos!!!!jajajaja BESOS!!!!!!

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    1. jajajajajaja
      Si! Estoy totalmente segura de que no supera ni un control sanitario!
      Pero... es el sacrificio que tengo que hacer para contarles aventuras! Algunas son mejores que otras...
      Me alegro mucho que al menos hayas tenido la experiencia del baño turco virtual!

      Más besos!

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