Los turcos insisten en contarme que acá no se festeja la
Navidad, se aferran a ello como si fuera una porción de su identidad nacional,
y en parte lo es ya que en el Islam la Navidad no existe. Aún así, y para pesar
de muchos, la Navidad llegó a Estambul como a cualquier otra ciudad, con la
fuerza de la globalización y el consumo, pero también con la alegría de decorar
todo y la ilusión de los niños por los regalos y Papá Noel.
Viene provista de armas a las que es difícil resistirse:
miles de luces navideñas que iluminan las calles y las ventanas de los
departamentos, guirnaldas que cruzan las avenidas formando enormes cristales de
hielo, árboles navideños de todos los colores y tamaños, sonidos de villancicos
que salen de las tiendas internacionales y llegan hasta la vereda de la calle
Bagdat, liquidaciones, carteles dorados que nos desean felicidades y muchos
Papás Noeles de fisionomía extraña pero, de igual manera, inconfundibles.
Así que, bienvenida la Navidad, o como quieran llamarle a
este período de alegría, regalos, luces de colores y decoraciones rojas y
verdes.
Imbuida en el espíritu navideño y en que está haciendo mucho
frío (una variante de lo más satisfactoria para pasar las fiestas junto a la
chimenea y tomando chocolate caliente) salí a pasear por la ciudad. Bueno, tal
vez por la ciudad no, pero por mis barrios en el lado asiático de Estambul.
La calle por la que voy hasta la Avenida Bagdat baja
abruptamente o sube, depende en qué sentido vaya. En este caso, parece
impulsarme a salir, porque el recorrido inicial es todo en bajada. Después me dificulta
la vuelta a casa sabiendo que, por más ardua que sea la vuelta, nadie deja de
regresar tarde o temprano. Así que las empinadas tres cuadras solo aseguran que,
sin importar la temperatura que haga, uno llegue transpirado al hogar.
Inevitablemente.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención de Turquía
fueron las farmacias, en vez de identificarse con una cruz verde iluminada, lo
hacen con una gran E por “eczane” (farmacia en turco). Así que mientras durante
los primeros días pensaba que había estacionamientos por doquier eran, en
realidad, farmacias. De hecho, la cruz como símbolo sanitario se instauró en el
marco del catolicismo con lo cual, cuando las organizaciones internacionales
como la Cruz Roja se instalaron en países islámicos se las identificó con una
medialuna. La Cruz Roja se transformó en la Medialuna Roja y las ambulancias no
llevan cruces sino medialunas. Es curioso, sobre todo porque uno no lo asocia
enseguida, entonces llama la atención. Una vez acostumbrados, cuesta revertir
el efecto.
La calle Bagdat tiene todo a lo largo edificios de
departamentos. Algunos son muy lindos y otros no tanto, pero ninguno supera los
cinco o seis pisos. Recién ahora están empezando a aparecer altísimas torres
por la ciudad, proveyendo a la vez de departamentos de primer nivel y de vista
al mar aunque queden lejos de la costa. La planta baja de los edificios suelen
ocuparla negocios: restaurantes, miles de peluquerías, tiendas de pastelería
turca. Las veredas son muy anchas y tienen canteros y árboles, a veces hasta
bancos para sentarse; los empleados de los locales suelen sacar una mesita a la
puerta y tomar el çay ahí afuera. Sea
invierno o verano.
Ese es otro aspecto de los turcos que sorprende: aman la
vida en la calle, las terrazas (como llaman a la parte exterior de los restaurantes)
siempre están llenas, a cualquier hora y con cualquier temperatura. Las
modifican, por supuesto; en invierno aparecen mantitas de polar en cada asiento
y grandes calefactores en los techos que mantienen el ambiente agradable.
Aunque el frío se cuela igual, sobre todo en estos días de aguanieve, la gente
abrigada como está se sienta a tomar algo o cenar. Además, a la inmensa
cantidad de fumadores que hay en Turquía, no les queda otra que sentarse en el
exterior, donde todavía se puede fumar.
Camino hasta pasar el estadio del Fenerbahçe y me desvío
para internarme en el barrio de Kadiköy que, como siempre, es un hervidero de
gente. Las veredas aquí son mucho más angostas, las fachadas de los negocios
abarrotados de productos se suceden una tras otra y las personas caminan por
todos lados a la vez, por la vereda y abajo, cruzan la calle por entre los
autos, frenan a los dolmus en plena
avenida. La zona de Kadiköy, además de ser un lugar donde se congregan muchas
oficinas, es donde está el embarcadero de los ferries que cruzan a Europa y es
el lugar a donde ir a comprar de todo y barato, muy barato.
Allí también se notaba el espíritu navideño, la gente iba de
aquí para allá haciendo compras y en la pequeña rotonda que es el centro
neurálgico, instalaban un árbol de Navidad de varios metros de alto.
Se hace de noche muy temprano en Estambul en invierno,
alrededor de las 16:30, pero la ciudad es muy segura y la población hace vida
diurna y nocturna con normalidad. No parece afectarla el frío, la lluvia e
incluso la nieve. Mientras se ponía el sol, crucé uno de los canales que se
abren paso hasta el Bósforo, lleno de barquitos atracados y de patos que
flotaban ajenos al bullicio de la ciudad.
Al acercarme a la cancha del Fenerbahçe me di cuenta de que
esa noche habría partido: se empezaba a congregar gente en los alrededores del
estadio, cantaban canciones o se sacaban fotos con el monumento al jugador que
hay en una plazoleta. La gente sentada en los cafés mostraba en pequeños
detalles el hincha que llevaba adentro: se asomaban cuellos amarillos y azules
del Fenerbahçe por debajo de los pulóveres, aparecían bufandas y gorros con el
escudo del Galatasaray. Se respiraba el ambiente futbolístico y ansioso. Las
hinchadas empezaban a cruzarse y a cantar con más efusión, pero no había razón
para inquietarse, el fútbol turco suele ser un espectáculo familiar y los
festejos son apasionados pero medidos. Los vendedores de kebab terminaban de
cocinar los enormes cilindros de carne de cordero y doraban los panes, algunos
asaban pescados en una parrilla improvisada… Todos a la espera de la previa del
partido y de las hinchadas hambrientas y con ganas de festejar.
Dejé atrás el escenario futbolístico cargado de entusiasmo y
retomé la calle Bagdat por el lugar donde se termina. Tuve que detenerme a
mirar las vidrieras de las florerías, algo que todavía me llama la atención por
la inmensa cantidad de flores que exponen; en esta época es todo orquídeas.
Aprovecho para contar una muestra de la seguridad de estos barrios: los puestos
de flores de la calle, durante la noche solo tapan su mercadería con grandes
toldos plásticos y se van a su casa hasta el día siguiente.
Pero si uno pasea despistado y sin prestar atención al
idioma en que están escritos los carteles, se puede pensar que está en
cualquier lado. Aunque la ciudad esté repleta de todos esos pequeños detalles
que la hacen diferente de otras. Lo volverá a la realidad la silueta de alguna
mezquita junto al resplandor de un Mc Donald’s, o el canto del imam que tapa
por un minuto los villancicos y, uniendo ya todos estos elementos que
parecerían irreconciliables a primera vista, no quedará dudas de que uno está
en Estambul.
SIMPLEMENTE...........HERMOSOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
ResponderEliminarGracias!!!!!! Un beso enorme!
ResponderEliminarHola guapa!, paso por aquí a verte por un par de razones, para saludarte y para comentarte que dentro de poco será el segundo aniversario del club (el 25 de Febrero) y que tengo pensado organizar un sorteo, al igual que el año pasado, donde premiar con libros, ya sean digitales o en formato papel, de obras escritas por socias del club.
ResponderEliminarHe pensado que lo mismo te interesa y querrías participar, pues de este modo te darías más a conocer y conseguirías más seguidores, puesto que una de las condiciones obligatorias que pondría en las bases, es que cada participante debe ser seguidor del blog de la autora que cede un libro suyo (o varios) y por el que participa. En definitiva, como se hizo el año pasado >.<
Aquí te dejo el link del mismo para veas cómo se organizó el sorteo el año pasado:
http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2012/02/hoy-es-el-primer-aniversario-del-club-y.html
Ya me dices que opinas, si colaborarás o no, vale?
Ponte en contacto conmigo por medio del correo del club (elclubdelasescritoras@hotmail.com) y te explico mejor.
Saludos y buen día!, muak!
Pd: Recuerda, ¡sin compromiso alguno! >.<
Que preciosas fotos!! me han inspirado!!
ResponderEliminarte gustaría que nos siguieramos? que dices? tu blog es precioso, besos.
Muchas gracias, R!!
EliminarQue bueno que te hayas inspirado... nada mejor para empezar el día!
Ya mismo estoy yendo para tu blog, encantada de seguirte.
Un abrazo!