Con todo lo que me suele gustar la comida de avión (creo que
tiene algo que ver con que todo está en su envoltorio y cada cosa en su lugar,
es una comida ordenada en la que ves desde la entrada hasta el postre… el aleph
de las comidas) la del vuelo Madrid-Estambul estuvo incomible. Hasta para Ale.
Así que comimos pan con manteca y un quesito de estos de sabor internacional.
Llegamos al aeropuerto y nos estaba esperando un señor
bigotudo con un cartel con nuestros nombres. Mi nombre había llegado a Estambul
antes que yo. Eso es nuevo. El señor nos dijo “Hola” entonces le preguntamos si
hablaba español. “No”, contestó, y pasamos abruptamente al inglés. Viajamos en
un auto-combi por la ciudad mientras se ponía el sol. No reconocí nada de mi
luna de miel. Tal vez la torre de Gálata, pero aún así no me impactó ningún
recuerdo especial.

Así que tuve un poco de pena por el pequeño boxeador que
corría por los pasillos rumbo a la recepción para reconfigurar nuestra llave-tarjeta.
Mientras lo esperábamos apareció otro que, con una llave que sí abría, se
acercó a la puerta. El mini boxeador volvía corriendo con una tarjeta en la
mano y se encontró, casi con decepción, que ya otro había abierto la puerta y
ahora encendía las luces.
Al principio pensé que la heladera (esas heladeritas de
habitación de hotel) estaba en un lugar un poco inconveniente, el medio del
pasillo. Pero no puedo decir que me haya llamado demasiado la atención. Sí me
di cuenta que había algún problema cuando el señor con la llave correcta y el
mini boxeador se pusieron a dar alaridos de sorpresa mientras zarandeaban las
manos en torno a la heladera.
Seguía yo en otro mundo, mientras a ellos le daba un ataque.
Me senté en la cama, cansada como estaba y le pregunté a Ale qué pasaba. “La
heladera como que… se salió”, contestó sorprendido de que yo no hubiera notado
todas las bebidas y demás productos que estaban alineados en una mesita.
Largué la carcajada. No pude evitarlo, me tenté de risa
mientras miraba la heladerita que
parecía haber intentado huir del hueco en el que le correspondía quedarse. Me
imaginé por un momento a la heladera en plena fuga y, a la vez, acomodando los
productos encima de la mesa.
El pequeño boxeador y el de la llave correcta me miraron y
me dio cosa que pensaran que me reía de ellos. Intenté concentrarme en otra
cosa que no fuera la heladera prófuga, pero era muy gracioso. Decidieron cambiarnos de habitación. Cuando
ya se iban, habiendo comprobado que todos los electrodomésticos estaban en su
correcto sitio, el mini boxeador le dijo a Ale que lo invitaba a un partido de
vóley que había en una hora. No entendimos demasiado. No sabíamos si quería que
Ale jugara con ellos al vóley o había un partido importante que ver en la tele.
Cuando bajamos al bar del hotel, con la vaga esperanza de
comer algo más que las papas fritas que Ale había abierto en la habitación,
vimos que el ambiente estaba un tanto agitado. Todos parecían… apurados. Los
seguimos. Subimos una escalerita y nos encontramos con una impresionante cancha
de vóley techada. ¿O se dice estadio?
No consideraba necesario poner quién ganó pero, de repente,
me acordé de mis lectores masculinos. El Galatasaray, por muy poco, estuvo
peleado.
Por un momento creí que tenía una visión porque vi un
cartonero pasando a toda velocidad por la calle frente al hotel. Un cartonero,
con un carro lleno de botellas de plástico y cartones. Verán, la calle tiene
una pendiente bastante pronunciada, así que se paran con un pie en una botella
de plástico que ponen en el suelo y se deslizan cuesta abajo, usando ese pie
como timón, protegiéndose la zapatilla con la botella, y haciendo un ruido
terrible. Cartoneros fórmula uno.
De cena, comimos unos sándwiches muy raros y yo me tomé mi
primer çay (té). La televisión turca fue una completa pérdida de tiempo porque,
los programas que no estaban en turco, estaban en alemán. Grandioso. Terminamos
viendo por un rato la propaganda del Easy Off Bang, que acá también existe, por
lo visto.
Cuando corrí las cortinas por la mañana, dándome cuenta que
no había oído el primer llamado a la oración (es como a las 5 y media),
contemplé azorada la vista desde mi habitación: un gran terreno con algunos
camiones y, más atrás, un bosque. ¿Un bosque? ¿Pensé que estábamos en plena
ciudad? Después miré mejor el bosque y resultó que era un cementerio. Tanto
mejor.
No pudo haber sido semana más ideal para que, en el taller
de escritura, la tarea fuera escribir un “cuento raro”. Con esas vistas,
imposible no encontrar la inspiración (el cuento “Invitados”).
Desayuné en el último piso del hotel, con el equipo del
Tomiz, mientras veía la ciudad y, lejos, el agua. Vaya a saber uno qué agua.
Hasta que mire bien en un mapa, no lo sabré. Tampoco colaboran acá en el hotel
con mi cultura porque me contestaron, con descaro, que no tenían un mapa. Un mísero
mapa. Debería darles vergüenza. Seguro que si le decía al pequeño boxeador,
habría ido trotando por la ciudad hasta dar con uno.
Poniendo riesgo mi escaso conocimiento de turco, me atreví a
sentarme en un bar con mesitas en la vereda para almorzar. El menú tenía fotos.
Comí un dürüm de pollo, que es como una gran tortilla rellena de pollo y
verduras… no muy lejos de los tacos. También pedí un agua y contesté que “sí,
quiero un té”. Un logro para mi primer choque cultural con la vida salvaje
turca.
El mapa lo tomé prestado de http://bigapple.forogratis.es/estambul-capitulo-1-llegada-t2292.html
Tienes que hacer un relato sobre la heladera que intentaba huir antes de que se le ocurra a Juanjo Millás ;) Muy bueno
ResponderEliminarRubén
ajajaja quién es Juanjo Millás?? Me voy a poner a escribir la biografía de la heladera prófuga!
EliminarAbrazo, Rubén!
Cin! mori con el cartonero formula uno!
ResponderEliminary un flash el voley, el cementerio, los camiones... arribas las cronicas turcas!!
Gracias, Lau!!!! Allá fueron las otras... tengo para escribir largo y tendido acá! jajaja
EliminarInteresantes, aleccionadoras, entretenidas tus crónicas de Turquía, así vamos conociéndola e intgerpretándola a tu través. Veo que os adaptais a buen ritmo, salvando el tema del idioma, pero siempre quedará el internacional inglés, y los gestos, esos grandes intérpretes de Babelia. Y además siempre queda ir al cine, sabiendo que los turcos tienen grandes películas acerca de su modernidad y el relato de costumbres. Últimamente los hay a montones, entre otros accidentes, los de sus relaciones con Alemania país de migración mayoritaria, o hacia las zonas del petróleo. Eres estupenda en tus crónicas, te animo a no dejarlas. Un recuerdo cariñoso. Estas dos últimas semanas estamos sin Elvira, que se ha ido a Baires invigada por el Gobiderno de la Ciudcad de Buenos Aires a escribir sobre "La Ciudad Contada", y a simposiar sobre ello. Se la habrá pasado estupendo. Nosotros con las postulaciones acerca de la necesidad femenina de una habitación, dinero y más, para poder escribir tranquilamente. Ya te enterarás. Besos, NOrberto.
ResponderEliminarGracias, Norberto! Que lindas tus palabras... Seguiré escribiendo nomás! Da gusto tener lectores que disfruten leyendo las crónicas =)
EliminarA ver qué cuenta Elvira cuando vuelva! Ojalá le haya gustado BA.
jaja extraño los relatos del taller! Un abrazo grande.