-Le
grité “¡Cuidado!”, pero ya era demasiado tarde y lo atropelló el tren. Lo vi
todo, siempre pensé que cuando te choca un tren te empuja hacia delante, pero
la verdad es que te absorbe. Te pasa por encima.
-¿Pensás
mucho en eso, Carlos? ¿En el momento en que el tren se lo llevó por delante?
-Qué
sé yo… A veces no me puedo dormir y pienso en eso. Una y otra vez. Glup. El
tren se lo tragó. Desapareció en un instante. Y después no me dejaron verlo,
cuando vino la ambulancia. Yo les pregunté, y me dijeron que no. Entonces me
quedé parado en el andén hasta que me llevaron.
-¿Por
qué pensaste que te llevaban?
-Me
dijeron que querían hacerme preguntas. Y a mí me encanta charlar. Además no
había nadie en la estación a esa hora. Estaba yo y el otro. No sé como se
dieron cuenta tan rápido. Vinieron en seguida.
-Porque
había cámaras en el andén, Carlos. Los vieron por las cámaras y llamaron a la
policía.
-Sí.
¿Sabe que en un momento lo pensé? Me dije a mí mismo “Van a venir”. Pero la
idea me alegró, porque estaba muy solo yo. Deseé que viniera mucha gente, con
los autos y las sirenas. Como un espectáculo.
-Carlos,
decime, ¿hacía mucho tiempo que te sentías solo?
-No,
no. Me agarró en ese momento. Miré alrededor y me sentí solo, triste. Era de
noche, no había nadie por ningún lado. Solo estaba ese señor parado muy cerca
del borde y yo. Dicen que no podés pararte en lo amarillo, pero alguna gente lo
hace igual. Me acerqué para charlar, como para hacernos compañía. Y no me contestó
nada. Nada. Me miró y después volvió la cabeza hacia el hueco por donde tenía
que aparecer el tren.
-¿Y cuándo
le gritaste “¡Cuidado!”?
-Después.
Lo empujé y después le grité “¡Cuidado!”. Y tampoco me contestó, doctora.
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