6 de marzo de 2012

Historia cruel



-Le grité “¡Cuidado!”, pero ya era demasiado tarde y lo atropelló el tren. Lo vi todo, siempre pensé que cuando te choca un tren te empuja hacia delante, pero la verdad es que te absorbe. Te pasa por encima.

-¿Pensás mucho en eso, Carlos? ¿En el momento en que el tren se lo llevó por delante?

-Qué sé yo… A veces no me puedo dormir y pienso en eso. Una y otra vez. Glup. El tren se lo tragó. Desapareció en un instante. Y después no me dejaron verlo, cuando vino la ambulancia. Yo les pregunté, y me dijeron que no. Entonces me quedé parado en el andén hasta que me llevaron.

-¿Por qué pensaste que te llevaban?

-Me dijeron que querían hacerme preguntas. Y a mí me encanta charlar. Además no había nadie en la estación a esa hora. Estaba yo y el otro. No sé como se dieron cuenta tan rápido. Vinieron en seguida.

-Porque había cámaras en el andén, Carlos. Los vieron por las cámaras y llamaron a la policía.

-Sí. ¿Sabe que en un momento lo pensé? Me dije a mí mismo “Van a venir”. Pero la idea me alegró, porque estaba muy solo yo. Deseé que viniera mucha gente, con los autos y las sirenas. Como un espectáculo.

-Carlos, decime, ¿hacía mucho tiempo que te sentías solo?

-No, no. Me agarró en ese momento. Miré alrededor y me sentí solo, triste. Era de noche, no había nadie por ningún lado. Solo estaba ese señor parado muy cerca del borde y yo. Dicen que no podés pararte en lo amarillo, pero alguna gente lo hace igual. Me acerqué para charlar, como para hacernos compañía. Y no me contestó nada. Nada. Me miró y después volvió la cabeza hacia el hueco por donde tenía que aparecer el tren.

-¿Y cuándo le gritaste “¡Cuidado!”?

-Después. Lo empujé y después le grité “¡Cuidado!”. Y tampoco me contestó, doctora.


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