5 de marzo de 2012

El personaje


  Un hombre está sentado en un banco de la calle, fumando un cigarrillo. El cielo está oscuro y gris, las horas antes del amanecer. Se levanta y tira el cigarrillo a un lado. No lo apaga. Comienza a caminar. Camina con determinación pero sin prisa. Las calles están desiertas, las luces todavía encendidas.

  Lleva un jean gastado y las manos en los bolsillos de una campera, vieja, le queda pequeña. Camina por las calles que suben y bajan por la ciudad.  Se aclara el cielo y empieza a amanecer. Sigue caminando y baja el ritmo mientras saca otro cigarrillo y lo enciende. Va fumando y sin mirar a los costados.

  Sale el sol y le ilumina la cara. Los ojos entrecerrados, con arrugas. En su pelo brillan algunas canas. Muchas canas. No es un hombre joven. Se pasa la mano por el cabello repetidamente. Sus dedos están amarillos, las uñas largas y sucias. Camina más vigorosamente y termina su cigarrillo. Se saca la campera y la hace un bollo que pone debajo de la axila.

  De pronto se detiene y busca en sus bolsillos, en el pantalón y en la campera hecha un bollo. Busca y rebusca. No encuentra nada. Frunce la cara y vuelve a caminar, cada vez más rápido. Comienza a correr, el viento lo despeina. Corre y pasa la campera de una mano a la otra. La tira al suelo. Sigue corriendo, se le caen los cigarrillos, vuelve la cara para ver, pero no se detiene. Corre en una cuesta abajo. Las luces de la calle ya se apagaron. Se hace sombra en los ojos con una mano y mira a lo lejos. Ve algo. Corre hasta llegar a una estación. El tren comienza a andar, y él se cuelga del último vagón. Se apoya contra la pared, no entra. Se rasca la cabeza y sonríe. 


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