2 de marzo de 2012

De luna de miel en Estambul...


4 de Septiembre de 2008

  Día 2: Llegamos al aeropuerto Ataturk de la ciudad de Estambul. La ciudad de Estambul me pareció una belleza; muy limpia y prolija, llena de flores y jardines, muy “occidental” pero con un fuerte toque “árabe”. El pobre taxista nos intentaba mostrar cosas pero no hablaba una gota de inglés; así que él decía “Sultan Ahmet” y nosotros repetíamos haciendo que sí con la cabeza. ¡Ja!


  Resulta que hace unos días empezó acá el Ramadán, para los que no saben les cuento que es un período religioso en el que no se come nada desde que sale el sol hasta que se pone.


  Salimos a pasear por la noche estambulense que estaba llena de gente haciendo lo mismo; yo pensaba que eran turistas (por la piel blanca y los rasgos occidentales) pero cuando se acercaban hablando resulta que eran turcos. Ahí fue cuando me di cuenta que los turcos y las turcas son muy distintos a Bin Laden y su señora, parecen muy europeos.


  Cuando nos vino el hambre, nos paramos en un puestito de comida típica y señalamos una foto de un shawarma o algo del estilo. El señor preparó dos y nos los fuimos comiendo mientras paseábamos. Muy ricos pero la carne sabe más fuerte de lo que estamos acostumbrados; aunque pasó desapercibida por la   cantidad de pickles que llevaba. Eso había sido un “Durum”.


  Después de caminar un rato, nos tomamos un taxi a Taksim, una peatonal de 3 km que está muy de moda y llena de restaurantes, pastelerías y bares de yiyas (pipas de agua). Todo muy lindo y distinto, los edificios, las comidas, la gente, hasta pasó un tranvía que resultó ser el de trayecto más corto del mundo (solo recorre 600 metros,¿a quién se le ocurre?). También paseamos por un mercado de artesanos que estaba lleno de seguridad y periodistas porque el intendente de Beirut y el ministro de Estambul estaban visitando los puestos y sacándose fotos con la gente. ¡Unos ídolos! Los vimos y todo, aunque ahora que lo pienso no sabría decirles quién era quién.


  Antes de dar por concluida la noche, nos compramos unos dulces típicos turcos. Ale se comió un bodoque empalagoso que era una mezcla de dulce de leche con nueces y milhojas; y yo mastiqué unas gomitas con gusto a perfume. Como me gusta el turismo gastronómico…


 Día 3: Hoy nos levantamos y, previa confirmación de que teníamos incluido el desayuno (muy argentino lo nuestro), nos fuimos a la terraza a tomar el desayuno de los campeones, y tomé té como el 99% de la población turca.


  Ya con las pilas cargadas, nos fuimos a Sultan Ahmet, una zona muy linda que concentra gran parte de los edificios más importantes de la ciudad. Visitamos la Mezquita Azul, que es la más grande y fastuosa de Estambul. Es todo un acontecimiento visitar una mezquita “en funcionamiento” porque te hacen sacar los zapatos y cubrirte la cabeza y los hombros a las mujeres, antes de pisar la alfombra. Yo me había llevado mi propia pashmina, pero te prestaban unas si no tenías y también se las daban a los hombres con shorts. Es una experiencia única pasear por una mezquita, primero porque todos andan en patas o en medias, y se concentra un leve olor a pie no feliz; pero por otro lado, es tan distinto que en una “iglesia” no haya nada, ni bancos, ni asientos, ni nada, solo el piso alfombrado, una escalerita donde sube el imán a llamar a la oración (mimber) y una especie de puerta decorada que indica para dónde queda la Meca (mihrab).


  Luego de la mezquita, visitamos la plaza que fue Hipódromo romano; tiene 3 cosas importantes para ver: un obelisco, un obelisco más viejo y un obelisco con firuletes. Fuera de chiste, es muy importante.


  Y seguimos viaje, cruzamos la plaza de Sultan Ahmet, que es bellísima porque desde ahí se ven los edificios más importantes que la rodean, tiene una fuente gigante y tanto turistas como locales se tiran en el pasto a descansar o a mirar pasar el mundo. Todo está muy limpio y cuidado, parece mentira que se mantenga así habiendo tanta gente. Nosotros nos sentamos a descansar un rato y nos comimos los caramelos que me mandó mi abuela para el viaje.


  Llegamos a las puertas de Aya Sofia o Santa Sofía, que fue iglesia por 900 años y mezquita por 400; y hoy en día es Museo, ¡pavada de historia! Y algo para aprender, porque en vez de tirarla abajo, cuando se convirtió en mezquita, quitaron las cruces y cubrieron las imágenes con yeso, por eso está todo tan bien conservado. Es muy linda e inmensa; y tiene muchas representaciones hechas en mosaico que las vieron alguna vez, seguro. Una cosa hermosa y de gran importancia histórica, sobre todo si escuchás a Alejo leer las 200 páginas de la guía ilustrada de Estambul que explica hasta el pelo de la emperatriz.


  Pasamos al Palacio de Topkapi, que fue la sede administrativa del Imperio Otomano y tiene 1.5 millones de visitantes al año. Bueno, ni les cuento lo grande que es, pero sí les digo que tiene unos jardines de flores trazados con regla, y rodeando los jardines están los edificios que en conjunto forman el Palacio. Todo es hermoso, pero las cosas que más me impactaron fueron: la mano de San Juan Apóstol que está conservada dentro de una especie de guante de oro; la pisada del profeta Mahoma, que me pareció un poco trucha porque el dedo chiquito es más largo que el gordo; y la colección de joyas del Sultán. Hay diamantes y esmeraldas del tamaño de una pelota de golf, no puedo creer que Alejo no me haya comprado alguna cosita delicada. Entre esos lujos hay una cuna totalmente de oro, un diamante de 86 quilates y dos candelabros inmensos de oro y piedras preciosas.


  De tanto ver joyas nos dio hambre y almorzamos en un restaurant medio caro unos palitos con carne como de hamburguesa pero más especiada; ricos, no sé cómo se llamaban. De ahí a la Cisterna del Palacio, que es un sótano gigantesco lleno de columnas, donde se guardaba el agua. Se llueve un poco, así que andás a los saltos entre los charcos. Pero, está muy bueno y no creo que haya visto nada parecido. En el fondo hay dos cabezas gigantes de Meduza puestas al revés, no se sabe por qué motivo.


  Dando por terminado el día, nos dirigimos a un taxi, precavidos preguntamos el precio: 30 Lt, porque había atasco por el Ramadán y no sé qué, ¡jajaja! nos reímos y salimos caminando, cruzamos media Estambul en el trayecto y varias veces estuve por abandonar, pero llegamos al hotel y nos ahorramos la plata. ¿Quién se ríe ahora? Ah, en el camino paramos en Pizza Hut a reponer energías (hay que ir variando las especialidades locales con la alta cocina internacional).

  Día 4: Cansados de la dictadura de los taxistas no bilingües y paseadores de Estambul, decidimos tomarnos una especie de tranvía-tren que recorre la ciudad. ¡Y fue todo un éxito! Se los recomiendo porque sale muy barato (1,4 Lt) y va a casi todos los puntos importantes que hay que ver (eso sí, hay que aguantarse un poco de olor a sobaquito). Nos bajamos en la estación Karaköy, y subimos por las calles súper empinadas hacia la Torre de Gálata. Ahí hay una vista espectacular de toda la ciudad, con las partes europeas y asiática, el Bósforo y el Cuerno de Oro. ¡Una belleza!



  Cruzamos por vez número ciento ochenta y dos el puente de Gálata, que está lleno de pescadores y restaurantes de pescado; rumbo al Mercado de Especias. Es un show para los sentidos, sentís todos los olores del mundo, especias, quesos, aceitunas, dátiles, velas; y es increíble la cantidad de cosas que hay en cada puestito. Almorzamos unos “Pide” que son como una pizza doblada que puede ser de carne y vegetales o de jamón, queso y huevo.


  ¡Mezquita de Suleimaniye! No fue fácil de encontrar, y en el camino nos encontramos con unos nenitos que nos arrojaron uvas y se reían. No nos peleamos para no armar un lío internacional, pero quedamos dolidos. La mezquita estaba en construcción y parcialmente cerrada, pero pudimos visitar el cementerio (muy curioso) y las tumbas de varios sultanes y sus familiares, difuntos todos ellos, En cuanto vimos que a un extranjero le pedían “donation” salimos raudos hacia la calle, al grito de “¡Doneishon no… argentineishon!”


   Después fuimos al Gran Bazar, que es una pequeña ciudad dedicada al comercio, toda bajo techo y con grandes puertas por las que se accede y se vuelve a la calle. Hay 3.500 locales de todo lo que se puedan imaginar: telas, adornos, bijouterie, ropa, cafés, tés, maderas, pashminas, cosas de cerámica, turrones, aceitunas, especias, velas, lámparas y una farmacia-herboristería. Es un quilombo, te perdés y pasás dos veces por el mismo lado. Las cosas nos son muy baratas, pero hay que regatear; yo llegué a la conclusión de que no sé regatear, así que compré lo que me pareció de buen precio y que se vayan todos a lavar las patas.


   Salir del Gran Bazar (o “Kapah Carsi”) es todo un tema. Gracias a que Alejo tiene una habilidad natural para el turco, logramos leer los carteles y salimos primero al patio de una casa, después a una escalera que daba a otro patio donde unos señores jugaban al backgammon, después a un túnel en construcción y de ahí a la calle. En cada curva había un “Exit” escrito por los propios dueños de casa, me imagino que hartos de dar instrucciones.


  Después pasamos por las puertas de la Universidad de Estambul, que todo alrededor tenía una especie de carpas gigantes con mesas y sillas donde se sirve la comida a gente pobre y no tanto cuando se pone el sol, en cumplimento con el Ramadán.
Vuelta al tren-tranvía y a casita/hotel.


11 de Septiembre de 2008

  Día 5: Nos levantamos y desayunamos con tranquilidad, después de todo es nuestra luna de miel y si lo levanto a las 8:30 a Alejo vamos causar daños irreparables en la pareja, y fuimos al Palacio de Dolmabahce.


  Dolmabahce fue una de las residencias de los sultanes hasta que llegó el Sr. Ataturk y convirtió a Turquía en una república, se quedó a vivir en los palacios de los sultanes y finalmente murió en éste que visitamos. Este Ataturk es muy querido porque trajo mucho de la vida occidental al país y esa es una de las razones por las cuales ha avanzado tanto en aspectos como el turismo y la cultura.


  Bueno, volvamos al palacio. Es una belleza de estilo europeo, construida con materiales traídos de muchos países diferentes, todo hecho en tamaño XXL y en una ubicación que termina de pintar el cuadro. Para recorrerlo hay que ir con guías que vienen en dos formatos: idioma turco e idioma inglés aproximado. Ale decía que entendía, así que cada tanto me explicaba un poco de cosas; yo, mientras, sacaba fotos y miraba pavadas que el turista inexperto se pierde, como por ejemplo un cuadro con vacas anoréxicas de tamaño natural.


  Vimos las salas principales del sultán y de sus funcionarios, la mezquita, los parques y el Harem, que es donde dormía el sultán, sus 4 esposas, su madre y sus “preferidas” (¿dormía el sultán?). Muy macho el señor sultán, pero en su habitación tenía un empapelado con flores y estrellitas.


  Desde ahí nos tomamos el “Tramway”, el tranvía-tren, hacia las orillas de Cuerno de Oro (que es la zona occidental de Estambul). A los costados del Puente de Gálata está lleno de restaurants de pescado. Buscamos uno que pareciera frecuentado por locales, para mezclarnos con el pueblo, ¿vió? Y nos pedimos lo que pedían todos: un sándwich de pescado desconocido, que te lo trae el mozo con la mano, sin plato ni nada. Nos sentimos muy estambuleños.


 Después se nos acercó un hombre promocionando uno de los miles de barquitos que hacen el recorrido por el Bósforo (que divide la parte occidental de Estambul de la oriental) y agarramos viaje. ¡Un paseo hermoso con mucho viento

Día 6: Hoy fuimos al Museo Arqueológico de Estambul que tiene un millón de cosas; entre ellas, el sarcófago de Alejandro Magno, muchos frisos y esculturas, un museo. Todo me resultó muy “egipcio”. Me doy cuenta que tengo un despelote con las culturas.


  A la noche fuimos al café de Pierre Loti, que queda exactamente en la otra de punta de Estambul, a la vuelta. Es un cafecito muy sencillo, con las mesitas puestas en una terraza con la vista más espectacular de la ciudad y del Bósforo. Se puede bajar desde allá arriba en un teleférico y se ve muy lindo todo, hermoso. ¡Es una ciudad maravillosa!





No hay comentarios:

Publicar un comentario