Hay dos
lugares sobre los que no escribí nunca (al menos desde que empecé lo de las
crónicas formalmente): San Francisco y Madrid.
Con San
Francisco, no sé qué pasó. Volvimos y simplemente nunca me senté a escribir
nada. Tengo en mi mente oraciones que creí que había escrito, descripciones de las celdas de Alcatraz y de la
sopa de almejas, debe ser que
no, puesto que no hay ninguna crónica de San Francisco. Si ustedes tienen una
de la que yo no recuerde nada, hagan el favor de enviármela.
Con Madrid
fue diferente. La primera vez que vine, en febrero de 2004, no tenía la
costumbre de escribir. Hacía listas de los lugares que quería visitar y luego
los iba tachando, pero eso era todo. Así que mis primeros paseos por la capital
pasaron sin pena ni gloria, al menos en el ámbito literario. Después vine
muchas veces, pero ya sin la novedad de encontrarme con una ciudad desconocida.
Y pasó el tiempo y nunca conté lo que me pareció Madrid.
Madriz
(como dicen por acá) tiene muchas caras, muchos colores, muchos barrios. Como
Buenos Aires. Cada uno está orgulloso de su pedacito de ciudad. Todos piensan
que su barrio es el mejor. Yo, que durante mucho tiempo no tuve barrio, pero
tampoco era turista, armé mi propia versión de Madrid. Tracé mi recorrido con
lo que más me gusta.
Para
empezar, el Paseo de la Castellana. Iba a decirles que se parece un poco a
Avenida de Mayo pero la verdad es que es más similar al Paseo de la Reforma, en
México DF.

Lo primero
que se ve en la Castellana son las cuatro nuevas torres de Madrid. Unos
modernos edificios que se terminaron en los últimos años y ahora se están
convirtiendo en el skyline (silueta) de la ciudad. El primero parece un cohete
(donde trabaja Alejo), luego está la torre de Cristal, la baguette (en cuyo
hotel se hospeda el FC Barcelona cuando viene a jugar) y el maletín.
La primera rotonda está en Plaza de Castilla, la
adorna una columna dorada que a mucha gente no le gustó. Aunque la vi durante
mucho tiempo, una vez descubrí que se movía. Impresionante, como que se infla,
parece una ilusión óptica. Le sigue la rotonda de Cusco, donde está el estadio Santiago Bernabeu, sede del
Real Madrid.
Al llegar
a la rotonda de Colón, que es reconocible porque la estatua del mismo en
la punta de una columna (estatua que anduvo paseando mucho, pasaba de la plaza
a la rotonda, sin ton ni son. Ahora está quieta, por suerte) la avenida cambia de nombre y pasa a
llamarse Paseo de los Recoletos. La Plaza de Colón es muy bonita y linda con la
calle Serrano, una de las más elegantes de Madrid, donde se encuentran las marcas exclusivas y menos
baratas; y la embajada de la Argentina, porque también es caro ser argentino.
Caminando
otro poco por Recoletos, dejando atrás la plaza, está la Biblioteca Nacional,
un edificio increíble al que no se puede entrar a menos que seas socio,
con lo cual, me hice socia y entré a ver las magníficas estanterías, las
arañas, las largas mesas de madera… Y me encontré, tanto estudiosos como gente
leyendo Harry Potter. Luego verán aparecer a la derecha los coquetos cafés El
Espejo y Gijón, con sus terrazas (mesas en la vereda) que parecen invernaderos
con los vidrios de colores.
Al final
del paseo está la fuente de Cibeles, la más famosa, una señora en una carroza.
Frente a ésta, el edificio del Ayuntamiento, antes llamado “de Correos” que es,
probablemente, el más fotografiado, con sus torres como de copitos
derretidos. A un lado de la Cibeles se
puede ver la Puerta de Alcalá, una construcción arcos decorados, parecida al Arco del Triunfo, pero más chica,
menos triunfal. Siempre que paso por ahí canto la famosa “miralá, miralá, miralá, miralá… ¡la Puerta de Alcalá!”. Ya sé, no es muy
original, pero es la única canción que se aplica. Junto a ésta, se
accede por una de sus muchas entradas al Parque del Buen Retiro, el parque más
grande y más bonito de la ciudad. Tiene museos, jardines, un lago, fuentes, el
rosedal… tiene todo. Es una belleza y siempre está lleno de gente, entre ellas, mi madre que es una fanática.

A esa
altura se encuentra otra rotonda: la Fuente de Neptuno. La más hermosa para mí.
Además, es precisamente en esa conjunción de calles y esquinas, donde se hallan
los edificios más maravillosos de Madrid, se llama La Plaza de las Cortes. Es
especial para pasear al atardecer , cuando se prenden las luces de la ciudad.
Si
siguiera por el Paseo del Prado, iría a parar a la Estación de Atocha, con su
jardín de invierno y sus piletas con tortugas verdes.
Pero,
volviendo a la Fuente de Cibeles, hacia el lado contrario a la Puerta de
Alcalá
(miralá,
miralá, miralá, miralá…) da comienzo la calle Gran Vía. Sería asimilable a la calle Corrientes
de Buenos Aires, por su cantidad de teatros, cines y restaurantes. Pero los
edificios son señoriales construcciones con balcones de hierro, con
cúpulas y dinteles, ángeles, columnas. Toda una muestra arquitectónica de la
mejor época de la ciudad. Es una belleza, hay que ir mirando hacia arriba
durante todo el trazo de la calle Gran Vía.
Es la zona
más viva de Madrid, rodeada de los barrios de La Latina, Chueca, Sol, etc. La
Gran Vía termina en la Plaza de España, donde se convierte en la calle
Princesa. Pero es muy recomendable detenerse en la plaza y cruzarla, porque es
encantadora, y siempre hay ferias para visitar.
A otro
lado de la plaza, cruzando la calle y subiendo unos cuantos escalones en medio
de un parque, se llega al Tempo de Debod, una de las estructuras que más me
fascinaron de la ciudad (tal vez porque desencaja totalmente). Es un antiguo
templo egipcio, que regalaron a España por su cooperación internacional para
recuperar tesoros. Es una hermosura y
está totalmente armado sobre una piscina de agua que hace las veces de espejo.
Detrás del templo hay un mirador, desde allí se ven los bosques del Pardo, donde
está la residencia de los reyes: el Palacio de La Zarzuela.
Bajando de
nuevo los escalones se llega a una especie de cruce de caminos, donde está el
Congreso de los Diputados y otros edificios más. Pronto se empiezan a ver a la derecha
los Jardines de Sabatini (de una geometría asombrosa) y detrás, el Campo de Marte; las zonas verdes que
rodean el Palacio de Oriente, antigua residencia real y actual sede para cenas
y agasajos del estado español.

Frente al
palacio está la Plaza de Oriente, rodeada de estatuas de pensadores, próceres y
héroes diversos. Al otro lado, La Ópera. El conjunto de esta plaza es estupendo.
No por nada, allí se celebran los Premios Goya.


A uno de los lados de la
plaza está el Mercado de San Miguel, donde se pueden comprar todo tipo de
productos al uso antiguo
(es decir, en cada puesto una cosa diferente: las
carnes, los pescados, los panes) pero también tomarse unas cañas y comer tapas
variadas y muy modernas.
Siguiendo por la Calle Mayor,
se llega a la Plaza de Sol, el punto 0 de las carreteras españolas y sede de la
famosa escultura (y símbolo de Madrid) “El Oso y el Madroño”
(no es más que un oso, que parece que había muchos
en otra época, y un árbol copetudo). Esta plaza no es de
mis preferidas, no sé si son los vendedores ambulantes
(llamados manteros, porque tiran sus productos
sobre unas mantas, atadas con cuerdas, con las que huyen a toda velocidad
cuando aparece la Guardia Civil) la muchedumbre, los
jóvenes haciendo botellón (tomando bebidas en la calle) o qué… Pero es muy
famosa, así que hay que verla.
Para terminar un paseo
perfecto, caminaría hasta la cercana Plaza de Santa Ana, donde tantas veces
fuimos con nuestros amigos, para sentarme en una de las muchas terrazas que
funcionan durante las cuatro estaciones, a tomar un café, o a comer unas raciones
(platitos) y ver pasar el mundo.
Eso es, para mí, Madrid. Dentro de
la inmensidad de todo lo que quedará por ver, ese es el pedacito de ciudad que
más me gusta recorrer. Eso y mi barrio, el de “La Paz”. Con el Parque
Norte (mi calendario de estaciones) donde charla la tercera edad, los chicos de
colegio hacen encuestas y los oficinistas van a tomar sol a la hora de comer.
El centro comercial (o shopping, como quieran) de La Vaguada, el supermercadito
chino y el español, la panadería donde saludan a mi hermano y el parking del
polideportivo, donde una vez violentaron y muchas, usaron para copular, a
nuestro viejo autito. De fondo, las cuatro torres, un recordatorio de que
Madrid continúa creciendo. Un barrio magnífico, en una ciudad estupenda.
Como de costumbre, es un placer leer tus cronicas... haces q me transporte a cada rincon de los lugares q describes. Hermosa cronica! Gracias por compartirla!. Respecto de San Francisco, tenemos un mail q pronto buscare donde contas algunas vivencias como las q aqui recordas.
ResponderEliminarGracias, Moi!! Me pone muy feliz que las disfrutes... Dale! Buscá algo de San Francisco jajaja y yo lo reconstruyo! Beso enorme!
ResponderEliminarhola Cin! esta es la primera vez que entro a tú espacio y la verdad es como estar más cerca tuyo, cada detalle, cada color y hasta el formato de la letra se vincula con tú personalidad, me encanta como siempre leer tus crónicas, porque siento por un momento que te acompaño en tu aventura, en este plan de vida, en el cual, lejos de buscar la pasividad, la rutina, lejos de aferrarte a la gente y los lugares, te llevas lo mejor de ellos y lo convertís en trascendente.-
ResponderEliminarme alegro de ser tú amiga y de que siempre me tengas en cuenta al momento de remitir tus cónicas. Te apoyo y acompaño en cada decisión porque sabes que te quiero mucho! Naty Pech.-
Naty!!! Amiga querida, que alegría tenerte por acá. Me alegro que te guste todo!! Gracias por tu amistad, tu compañía y tus palabras, sabés que te llevo siempre conmigo y que te extraño mucho!! Te mando un beso enorme para vos y otro para Diego. Te quiero un montón!
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