17 de marzo de 2012

Crónicas españolas: Mi recorrido por Madrid

Hay dos lugares sobre los que no escribí nunca (al menos desde que empecé lo de las crónicas formalmente): San Francisco y Madrid.

Con San Francisco, no sé qué pasó. Volvimos y simplemente nunca me senté a escribir nada. Tengo en mi mente oraciones que creí que había escrito, descripciones de las celdas de Alcatraz y de la sopa de almejas, debe ser que no, puesto que no hay ninguna crónica de San Francisco. Si ustedes tienen una de la que yo no recuerde nada, hagan el favor de enviármela.

Con Madrid fue diferente. La primera vez que vine, en febrero de 2004, no tenía la costumbre de escribir. Hacía listas de los lugares que quería visitar y luego los iba tachando, pero eso era todo. Así que mis primeros paseos por la capital pasaron sin pena ni gloria, al menos en el ámbito literario. Después vine muchas veces, pero ya sin la novedad de encontrarme con una ciudad desconocida. Y pasó el tiempo y nunca conté lo que me pareció Madrid.

Madriz (como dicen por acá) tiene muchas caras, muchos colores, muchos barrios. Como Buenos Aires. Cada uno está orgulloso de su pedacito de ciudad. Todos piensan que su barrio es el mejor. Yo, que durante mucho tiempo no tuve barrio, pero tampoco era turista, armé mi propia versión de Madrid. Tracé mi recorrido con lo que más me gusta.

Para empezar, el Paseo de la Castellana. Iba a decirles que se parece un poco a Avenida de Mayo pero la verdad es que es más similar al Paseo de la Reforma, en México DF.

El recorrido por el Paseo de la Castellana (o, simplemente “la Castellana”) y su continuación por el Paseo de Recoletos y Paseo del Prado es el más lindo de Madrid. Estas avenidas cruzan la ciudad desde el norte, viniendo del aeropuerto; hasta la estación de Atocha, al sur. Es muy verde, está llena de árboles y canteros de flores, también hay veredas a cada lado para caminar o sentarse a leer en un banco. Hace algunos años, estaban desmantelando los canteros y poniendo cosas nuevas y yo pregunté por qué, si estaba tan lindo; me contestaron que para reactivar la economía. Que cosas.


Lo primero que se ve en la Castellana son las cuatro nuevas torres de Madrid. Unos modernos edificios que se terminaron en los últimos años y ahora se están convirtiendo en el skyline (silueta) de la ciudad. El primero parece un cohete (donde trabaja Alejo), luego está la torre de Cristal, la baguette (en cuyo hotel se hospeda el FC Barcelona cuando viene a jugar) y el maletín.

La primera rotonda está en Plaza de Castilla, la adorna una columna dorada que a mucha gente no le gustó. Aunque la vi durante mucho tiempo, una vez descubrí que se movía. Impresionante, como que se infla, parece una ilusión óptica. Le sigue la rotonda de Cusco, donde está el estadio Santiago Bernabeu, sede del Real Madrid.

Al llegar a la rotonda de Colón, que es reconocible porque la estatua del mismo en la punta de una columna (estatua que anduvo paseando mucho, pasaba de la plaza a la rotonda, sin ton ni son. Ahora está quieta, por suerte) la avenida cambia de nombre y pasa a llamarse Paseo de los Recoletos. La Plaza de Colón es muy bonita y linda con la calle Serrano, una de las más elegantes de Madrid, donde se encuentran las marcas exclusivas y menos baratas; y la embajada de la Argentina, porque también es caro ser argentino.
Caminando otro poco por Recoletos, dejando atrás la plaza, está la Biblioteca Nacional, un edificio increíble al que no se puede entrar a menos que seas socio, con lo cual, me hice socia y entré a ver las magníficas estanterías, las arañas, las largas mesas de madera… Y me encontré, tanto estudiosos como gente leyendo Harry Potter. Luego verán aparecer a la derecha los coquetos cafés El Espejo y Gijón, con sus terrazas (mesas en la vereda) que parecen invernaderos con los vidrios de colores.

Al final del paseo está la fuente de Cibeles, la más famosa, una señora en una carroza. Frente a ésta, el edificio del Ayuntamiento, antes llamado “de Correos” que es, probablemente, el más fotografiado, con sus torres como de copitos derretidos.  A un lado de la Cibeles se puede ver la Puerta de Alcalá, una construcción arcos decorados, parecida al Arco del Triunfo, pero más chica, menos triunfal. Siempre que paso por ahí canto la famosa “miralá, miralá, miralá, miralá… ¡la Puerta de Alcalá!”. Ya sé, no es muy original, pero es la única canción que se aplica. Junto a ésta, se accede por una de sus muchas entradas al Parque del Buen Retiro, el parque más grande y más bonito de la ciudad. Tiene museos, jardines, un lago, fuentes, el rosedal… tiene todo. Es una belleza y siempre está lleno de gente, entre ellas, mi madre que es una fanática.


De la Cibeles hacia delante, siguiendo por la avenida, comienza el Paseo del Prado, donde se encuentra el famoso Museo del Prado. Vale la pena visitarlo porque es muy lindo, y hay obras para todos los gustos. Además, después de las seis de la tarde, la entrada es gratuita! En uno de los costados, está el edificio de la Real Academia Española (que todavía no sé si preserva la lengua o la destruye), menos célebre pero, igualmente conocida.


A esa altura se encuentra otra rotonda: la Fuente de Neptuno. La más hermosa para mí. Además, es precisamente en esa conjunción de calles y esquinas, donde se hallan los edificios más maravillosos de Madrid, se llama La Plaza de las Cortes. Es especial para pasear al atardecer, cuando se prenden las luces de la ciudad.

Si siguiera por el Paseo del Prado, iría a parar a la Estación de Atocha, con su jardín de invierno y sus piletas con tortugas verdes.

Pero, volviendo a la Fuente de Cibeles, hacia el lado contrario a la Puerta de Alcalá (miralá, miralá, miralá, miralá…) da comienzo la calle Gran Vía. Sería asimilable a la calle Corrientes de Buenos Aires, por su cantidad de teatros, cines y restaurantes. Pero los edificios son  señoriales construcciones con balcones de hierro, con cúpulas y dinteles, ángeles, columnas. Toda una muestra arquitectónica de la mejor época de la ciudad. Es una belleza, hay que ir mirando hacia arriba durante todo el trazo de la calle Gran Vía.


Es la zona más viva de Madrid, rodeada de los barrios de La Latina, Chueca, Sol, etc. La Gran Vía termina en la Plaza de España, donde se convierte en la calle Princesa. Pero es muy recomendable detenerse en la plaza y cruzarla, porque es encantadora, y siempre hay ferias para visitar.

A otro lado de la plaza, cruzando la calle y subiendo unos cuantos escalones en medio de un parque, se llega al Tempo de Debod, una de las estructuras que más me fascinaron de la ciudad (tal vez porque desencaja totalmente). Es un antiguo templo egipcio, que regalaron a España por su cooperación internacional para recuperar tesoros.  Es una hermosura y está totalmente armado sobre una piscina de agua que hace las veces de espejo. Detrás del templo hay un mirador, desde allí se ven los bosques del Pardo, donde está la residencia de los reyes: el Palacio de La Zarzuela.

Bajando de nuevo los escalones se llega a una especie de cruce de caminos, donde está el Congreso de los Diputados y otros edificios más. Pronto se empiezan a ver a la derecha los Jardines de Sabatini (de una geometría asombrosa) y detrás, el Campo de Marte; las zonas verdes que rodean el Palacio de Oriente, antigua residencia real y actual sede para cenas y agasajos del estado español.

El Palacio de Oriente, o Palacio Real, es fabuloso. Tal vez no tenga comparación con lugares como Versalles, pero vale la pena visitarlo. El Patio de Armas es imponente, y las habitaciones reales son preciosas y llenas de ese encanto de monarquías de otras épocas, con nombres como “la real botica”, “el salón del trono” o “la habitación oriental”.

Frente al palacio está la Plaza de Oriente, rodeada de estatuas de pensadores, próceres y héroes diversos. Al otro lado, La Ópera. El conjunto de esta plaza es estupendo. No por nada, allí se celebran los Premios Goya.

Siguiendo por una de las calles que rodean La Ópera es fácil perderse. Es pleno barrio antiguo, de callecitas intrincadas que se cruzan y se pierden por ahí. En beneficio del turista (y mío, que nunca logro ubicarme) hay carteles en las esquinas para guiarse. El objetivo allí es llegar a la Plaza Mayor, el mero centro neurálgico de la ciudad. Donde todo ocurrió y todavía ocurre.

Como decía alguna vez, la Plaza Mayor no es una plaza como las argentinas. Es el interior de una manzana, en forma de rectángulo muy amplio, rodeado de edificios representativos del llamado “Madrid de los Austrias”, que fue la dinastía real anterior a la que está ahora en el poder. La plaza es la gran explanada que queda en el centro, a la que se accede por diversos arcos que dan a las calles adyacentes.

A uno de los lados de la plaza está el Mercado de San Miguel, donde se pueden comprar todo tipo de productos al uso antiguo (es decir, en cada puesto una cosa diferente: las carnes, los pescados, los panes) pero también tomarse unas cañas y comer tapas variadas y muy modernas.

Siguiendo por la Calle Mayor, se llega a la Plaza de Sol, el punto 0 de las carreteras españolas y sede de la famosa escultura (y símbolo de Madrid) “El Oso y el Madroño” (no es más que un oso, que parece que había muchos en otra época, y un árbol copetudo). Esta plaza no es de mis preferidas, no sé si son los vendedores ambulantes (llamados manteros, porque tiran sus productos sobre unas mantas, atadas con cuerdas, con las que huyen a toda velocidad cuando aparece la Guardia Civil) la muchedumbre, los jóvenes haciendo botellón (tomando bebidas en la calle) o qué… Pero es muy famosa, así que hay que verla.

Para terminar un paseo perfecto, caminaría hasta la cercana Plaza de Santa Ana, donde tantas veces fuimos con nuestros amigos, para sentarme en una de las muchas terrazas que funcionan durante las cuatro estaciones, a tomar un café, o a comer unas raciones (platitos) y ver pasar el mundo.


Eso es, para mí, Madrid. Dentro de la inmensidad de todo lo que quedará por ver, ese es el pedacito de ciudad que más me gusta recorrer. Eso y mi barrio, el de “La Paz”. Con el Parque Norte (mi calendario de estaciones) donde charla la tercera edad, los chicos de colegio hacen encuestas y los oficinistas van a tomar sol a la hora de comer. El centro comercial (o shopping, como quieran) de La Vaguada, el supermercadito chino y el español, la panadería donde saludan a mi hermano y el parking del polideportivo, donde una vez violentaron y muchas, usaron para copular, a nuestro viejo autito. De fondo, las cuatro torres, un recordatorio de que Madrid continúa creciendo. Un barrio magnífico, en una ciudad estupenda.




4 comentarios:

  1. Como de costumbre, es un placer leer tus cronicas... haces q me transporte a cada rincon de los lugares q describes. Hermosa cronica! Gracias por compartirla!. Respecto de San Francisco, tenemos un mail q pronto buscare donde contas algunas vivencias como las q aqui recordas.

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  2. Gracias, Moi!! Me pone muy feliz que las disfrutes... Dale! Buscá algo de San Francisco jajaja y yo lo reconstruyo! Beso enorme!

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  3. hola Cin! esta es la primera vez que entro a tú espacio y la verdad es como estar más cerca tuyo, cada detalle, cada color y hasta el formato de la letra se vincula con tú personalidad, me encanta como siempre leer tus crónicas, porque siento por un momento que te acompaño en tu aventura, en este plan de vida, en el cual, lejos de buscar la pasividad, la rutina, lejos de aferrarte a la gente y los lugares, te llevas lo mejor de ellos y lo convertís en trascendente.-
    me alegro de ser tú amiga y de que siempre me tengas en cuenta al momento de remitir tus cónicas. Te apoyo y acompaño en cada decisión porque sabes que te quiero mucho! Naty Pech.-

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  4. Naty!!! Amiga querida, que alegría tenerte por acá. Me alegro que te guste todo!! Gracias por tu amistad, tu compañía y tus palabras, sabés que te llevo siempre conmigo y que te extraño mucho!! Te mando un beso enorme para vos y otro para Diego. Te quiero un montón!

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