
El vuelo nos sirvió para viajar en la aerolínea local (Air New
Zealand), que nos sorprendió con un snack de quesos variados y con su curioso
video de seguridad que está protagonizado por personajes de El Señor de los
Anillos y el mismísimo Peter Jackson, el director de las películas, neozelandés
y quizás el principal hacedor de esta magnífica campaña publicitaria que tiene
a todo a todo el mundo alabando las maravillas naturales de Nueva Zelanda. Para
seguir con la temática, en el aeropuerto de Wellington un enorme cartel reza “The Middle of Middle Earth” (el centro
de la Tierra Media) y por dentro está decorado con figuras gigantes sacadas de
los libros.
El slogan de la ciudad, que nada tiene que ver con El Señor
de los Anillos, es “Absoluta y positivamente Wellington” (Absolutely positively Wellington) y debo admitir que me pregunté…
¿no será mucho? Pero la verdad es que la ciudad tiene mucho más que viento, es
un lugar precioso que con su alegre ambiente opaca positiva y absolutamente a
su vecina más famosa, Auckland.

Por la noche, la calle peatonal Cuba Street es el lugar para
ir, llena de restaurantes y cafés de moda. Nos sorprendió el ambiente nocturno
de la ciudad porque los locales prestan especial atención (aunque tampoco es
que son para la tapa de una revista) a su vestimenta. En criollo, se visten
bien, mejor, como gente normal que va a salir a cenar por ahí. Punto para
Wellington. Tanto es así que sentimos en carne propia la discriminación de que
nos sentaran en el patio de un restaurante por nuestro informal atuendo de
hacer turismo… Nos ofendimos, aunque nosotros nos queríamos sentar en el patio.
Así que, punto para nosotros.
Además del Jardín Botánico, Cuba Street y el centro comercial de la ciudad, está la zona de
la costanera… Probablemente lo más hermoso de Wellington. Tiene restaurantes
con vista al mar, increíbles barcos amarrados, una bonita explanada para
caminar o hacer deporte y la visita turística infaltable: el enorme Museo de
Nueva Zelanda.
Con sus 6 pisos de curiosidades y su entrada gratuita, invita
a ir y a volver si te quedó algo por conocer. Entre lo que hay para ver, que,
como se imaginarán, es mucho, se destacan piedras extraídas del centro de la
Tierra (uno puede intentar levantarlas, aunque es casi imposible), un calamar
gigante (conservado en una gran pecera), una sala donde se explican los
movimientos tectónicos y los terremotos de la región (con una pequeña casita
donde se puede vivir un simulacro de terremoto de 6 puntos en la escala
Richter) y una sala dedicada a la historia del haka, esa interpretación estilo grito de guerra que hicieron famosa
los All Blacks.
Permítanme hacer una pausa para relatarles brevemente la
historia sobre cómo se originó el fiero grito de guerra que ahora atemoriza a contrincantes
de rugby y televidentes de todo el mundo. No empezó siendo tan bravo, no
señora… Érase una vez, un guerrero maorí que huía de un grupo de gente que
quería matarlo, este grupo contaba con un brujo que podía ver dónde se
ocultaba. Al llegar el guerrero a un poblado pidió asilo al jefe, que decidió
esconderlo en la tienda donde se guardaban las verduras y para protegerlo aún
más, puso a su señora sentada en la puerta de la tienda (alimentos y mujeres
bloqueaban la visión extrasensorial del brujo). Cuando llegaron los
perseguidores el jefe del poblado negó que allí se ocultara el guerrero que
estaban buscando y, después de un breve momento de tensión, se alejaron. Pasado
ahora sí el riesgo, el guerrero maorí salió de entre las papas y las batatas y
comenzó a entonar un apasionado grito que acompañó con golpes en el piso y en
su cuerpo… había nacido el haka, que
luego adoptó muchas otras letras. Ahí sentada, viendo el documental del Museo
de Nueva Zelanda, me tomé un momento para reflexionar y no pude evitar una
sensación de desasosiego con respecto al guerrero maorí. ¿No te escondieron
entre las verduras, acaso? ¿Es de valientes cantar cuando ya se fueron los
malos? El haka y toda su furia
salvaje maorí tomó otro color después de conocer esta historia de festejos
post-riesgo de muerte.




En fin, “absoluta y positivamente Wellington” es un eslogan
confuso pero la ciudad es muy linda y fácil de recorrer (al menos para
nosotros, que ya estábamos acostumbrados a los estándares rústicos
neozelandeses). Wellington tiene todo el encanto del sur del Hemisferio Sur,
con ese color del mar que no me deja olvidar a qué altura del planeta estamos y
con gente que disfruta los días de sol y poco viento (que son bastante
escasos). Y su Museo de Nueva Zelanda, tan completo y entretenido, es toda la
historia del país en seis pisos. Algo para sentirse orgullosos (el haka incluido, ¿por qué no?). La bonita
ciudad de Wellington, según mi humilde opinión, merece ser la capital.

Unos días después ya estaba haciendo la valija para volver a
casa, aunque antes hice una escapada de un mes a la Argentina para pasar fin de
año en familia. Bien merecido me lo tengo, que empecé el 2014 en China, sin un
fuego artificial y sin pan dulce; viví en Hong Kong por un mes; hice otra
mudanza más; recibí a mis padres y a los invitados a la boda de mi cuñado en mi
casita madrileña nueva; acompañé a mi marido a Dinamarca varias veces y
finalmente habité casi tres meses en la otra punta del mundo. Y ni hablar de
nuestro mini Bebito que, con sus casi cinco meses de vida, ya dio la vuelta al
mundo completa: Madrid-Copenhague-Dubai-Brisbane-Auckland-Santiago de
Chile-Buenos Aires-Madrid… Y todo lo que te espera, mi cielo!
Hola, guapa!
ResponderEliminarCuánto tiempo sin saber de ti!
Tengo un nuevo concurso en el club al que perteneces. Te dejo el enlace por si te interesa:
http://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2015/01/te-gustaria-conseguir.html
Saludos y feliz jueves!
Pd: Si no te interesa participar pero, en cambio, sí quieres ayudarme a promover mi novela, te estaría muy agradecida si lo hiceras!