Hay lugares que me encantaron, en los que la pasé genial y
que realmente me gustaría recomendar a mis lectores… No por eso se me hace más
fácil escribir sobre ellos. A veces me pierdo leyendo y releyendo historias
para contarles algo interesante y luego tengo tanto que contar que me agobio
antes de empezar. Otras el tiempo pasa y me voy olvidando de los detalles más
simpáticos. Algunas veces, simplemente, me parece que no tengo nada que decir.
“Es hermoso. (foto)” es una crónica bastante pobre y poco confiable. Lo malo de
haber empezado a escribir hace 10 años, desde mi Casita Inn Puebla, es que ahora
me siento presa de mis propias crónicas. No puedo parar. Me imagino a mi misma
sentada en un silloncito en una residencia geriátrica, releyendo mis aventuras
pasadas y pensando “Pero si yo fui a San Francisco una vez…” pero como no hay
crónica, lo olvidaré y formará parte de mi demencia senil y nadie me creerá. Es
lo mismo que nos está pasando con las fotos: si no hay foto, no fuiste, no
estuviste, no la pasaste bien. Así me pasa con las crónicas. Mi mente me dice
“Vas -2, te faltan Normandía y Norte Argentino” y yo me siento abatida frente a
mi hojita virtual, así que empiezo por esto: la introducción a la introducción.
Como decía una profesora que tuve en Madrid “Hay que escribir, escribir,
escribir. Algo saldrá.”
***


Dejando a un lado su triste pasado, Ruán es una ciudad
preciosa con un estilo arquitectónico muy singular y unas cuantas cosas para
ver. Lo primero que nos encontramos fue el mercado en funcionamiento en el Vieux-Marché. Haciendo honor a esta
tradición tan francesa, caminamos entre puestos de flores, de pescados, de
verduras y de pan. Matías hizo honor a otra tradición muy francesa y se subió
al carrusel (en criollo, calecita)
que parece no marearlo nunca.

El característico estilo normando de los edificios de Ruán
le da a la ciudad un atractivo especial. Quizás lo comparta con toda la región
(y hasta con los países vecinos, porque también se puede ver un estilo parecido
en Ámsterdam o en Brujas), pero no dejan de ser especiales esas casas de
colores, con techos de madera oscura y vigas de madera también, haciendo cruces
en las fachadas y sobre los dinteles de las ventanas. Muy lindo. Y
especialmente lindo lo vimos por la mañana, con un café au lait y los infaltables croissants,
de por medio.
Muy cerca de Ruán, hay otro monumento histórico para
visitar: la Abadía de Jumièges. En realidad, lo que queda de ella… que son unas
impresionantes ruinas a cielo abierto, emplazadas en un parque de colinas
verdes. Todo es como un cuadro. La abadía fue un monasterio benedictino que se
fundo en el año 654 y dejó de funcionar tras la Revolución Francesa. Las ruinas,
especialmente las de la Iglesia, son algo digno de ver: los antiquísimos muros
sostenidos por contrafuertes, las aberturas, los pequeños pasillos que quedaron
en pie, las baldosas originales. Todo el conjunto es extraordinario y el parque
que lo rodea es ideal para pasar la tarde pateando hojas y contemplando los enormes
racimos de hongos.
Ahora sí: agotados, nos arrastramos por la costanera del
río, entreteniéndonos con las enormes telas de arañas de los faroles (no todos
los detalles, eh?) de vuelta al hotel para, al fin, descansar un poco.
Al día siguiente nos esperaba el pueblo costero de Étretat,
junto al Canal de la Mancha (y, a grandes rasgos, el Océano Atlántico). A un
lado del pueblo, hay una colina verde que mira al mar, con una iglesia en la
punta, y la gente sube por caminitos hasta lo alto. Los pequeños barcos de
pescadores están acostados a la orilla del mar; y los acancantilados altísimos
recortan la costa haciendo formas y arcos increíbles, el más famoso de ellos se
llama “El ojo del águila”. Aún así, la belleza del pueblito casi no llega a
compensar el desencanto que nos produjeron algunas otras cosas.

La otra queja es gastronómica. No es que el servicio en
Francia se caracterice por ser especialmente amable o rápido, pero uno se
acostumbra. En Étretat todo estaba lleno, todo tenía colas interminables, todo
se estaba acabando en cuanto te sentabas a comer, todo tardaba mil años.
Súmenle a esto un niño de un año y medio que enseguida se pudrió de comer pan y
ver dibujitos en el celular, y otro de 35 añitos que, por mucho hambre que
tuviera, se sintió ofendido cuando el mozo trajo la comida para la mesa de al
lado antes que para la nuestra. Conclusión: mal, Étretat. Aún así, las fotos
son increíbles… La experiencia real fue un tanto menos placentera. Y turismo es
también lo que no sale en las fotos.
Dato curioso sobre Étretat: desde allí se vio por última vez
L’Oiseau Blanc (el pájaro blanco), un
avión que intentaba hacer el primer vuelo sin escalas París-Nueva York y se
convirtió en uno de los misterios más grandes de la aviación cuando desapareció
sobre el Atlántico. Unos días después, Charles Lindbergh lograría esta proeza
en sentido contrario a bordo del Spirit
of Saint Louis.


Y hasta ahí llegamos. Esta vez las memorias de la Segunda
Guerra Mundial nos quedaron lejos, será la próxima (quizás hasta les esté
escribiendo estas crónicas mientras volvemos del Cementerio de Omaha Beach). En
cambio, paseamos sobre encantadoras bahías con acantilados temibles (casi tanto
como estacionar en sus alrededores), fotografiamos viejos puertos que fueron pintados
mil veces por los impresionistas, y recorrimos calles de adoquines por las que
habrán caminado ilustres personajes como Ricardo Corazón de León y Juana de
Arco (en diferentes estados de ánimo).

***
Qué bueno estaría para ustedes, y sobre todo para mí, poder
decirles que ahora voy -1 y, por ende, que quedé solo a una mísera crónica de
estar al día geográfica-turística y literariamente… pero va a ser que no.
Porque escribo estas palabras unos meses más tarde, mientras Alejo maneja de
vuelta a casita parisina. Mont Saint Michel y las playas del Día D quedan aún
por relatar y se me agolpan en el cerebro empujando aún más al fondo a mis
imprecisos recuerdos del Norte Argentino. Escribir, escribir, escribir.
Como siempre...un placer leer tus crónicas,es como viajar con vos!!!!!Quizás,algún día,pueda conocer alguno de los maravillosos lugares descritos tan increíblemente por vos,mi pequeña y bella escritora,y diré:"Yo estuve aquí!!!"Voy a confesarte que,cuando viajé,supe hacer migraciones y algún tramite,por tus Crónicas!!!Tía Cholula!!
ResponderEliminarAy tía Cholula, no sabés lo que me alegra leer eso!! Gracias por tu hermoso mensaje, como siempre. Sigo escribiendo a ver si alguna vez me pongo al día... jejejeje Besos enormes!
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