20 de mayo de 2013

Galicia, una esquina al mar (2da parte)


Acantilados de leyenda

 En la península de la ciudad costera de A Coruña (llamada así por la primera habitante en llegar a la ciudad), se encuentra la Torre de Hércules, el único faro romano y el más antiguo en funcionamiento del mundo. Cuenta la leyenda que Hércules derrotó al codicioso gigante Gérion, que obligaba a sus súbditos a entregarle la mitad de sus bienes (una especie impuesto a las ganancias de la antigüedad), y enterró su cabeza donde hoy se alza la torre. ¿Me pregunto dónde está Hércules cuando se lo necesita? Pero nada de enterrar cabezas, por favor.


El centro histórico de la ciudad lo marca la Plaza de María Pita (una heroína defensora contra la invasión de la armada inglesa en 1589). La plaza es de estilo español, encerrada entre majestuosos edificios y de la que salen varias peatonales muy pintorescas. Me sorprendió mucho descubrir la cantidad de tiendas de diseño que hay, tanto de ropa (de hecho, una diseñadora gallega vistió a las hijas de Máxima de Holanda en la coronación) como de accesorios y cerámicas. Se respira diseño por las peatonales coruñesas.

Las playas de Riazor y Orzán son, sin duda, las reinas de la ciudad. Enormes y hermosas con la arena blanca y la eterna puesta de sol sobre un mar que puede ser tanto el Cantábrico como el Océano Atlántico.

La mejor vista de la ciudad se tiene desde Parque de San Pedro, un formidable monte verde peculiarmente decorado con tres baterías de artillería que funcionaron hasta el año 1999, defendiendo las costas españolas. Desde allí se ven los increíbles acantilados que se funden en el mar, las playas y, al otro lado de La Coruña, la vigilante Torre de Hércules.


Las Rías Baixas y el antiguo fin del mundo 

Las rías bajas o “baixas” son una formación geológica muy curiosa en el costado atlántico de Galicia. Parecen unas enormes garras de tierra que se meten en el océano. O podría ser al revés. A este lugar acuden muchísimos españoles todos los años a veranear, atraídos por sus encantadores pueblitos de pescadores y sus adorables playas.

La más grande y tal vez la más conocida es la Ría de Arosa y su isla de La Toja, unida al continente a través de un puente y famosa por sus casas de lujo y su campo de golf (algo así como el Key Biscayne ibérico), los hoteles 5 estrellas y balnearios más concurridos. También tiene una curiosa iglesia totalmente cubierta de vieiras o conchas de Santiago, una belleza que solo puede encontrarse en un lugar así.


Esta zona también es célebre por sus viñedos y su inmensa producción de mariscos, como la almeja, el berberecho y la mayor obtención de mejillones de todo el mundo. De hecho, las llamadas “bateas”, donde se cultivan los mejillones, se pueden ver todo a lo largo del agua poco profunda de la costa, pequeñas plataformas flotantes de madera esparcidas por el mar.

Dicen las malas lenguas que los mejillones comparten espacio acuático con un producto mucho más rentable, ya que la zona de las rías es el mayor punto de ingreso de droga a España. Se supone que los barcos transatlánticos atracan en aguas internacionales y rapidísimas lanchas (con conductores hábiles para huir de la guardia costera) van y vienen del barco al continente llevando paquetes altamente sospechosos y que, a veces, ocultan bajo el agua. No es casualidad que sean gallegos muchos de los ganadores de los campeonatos de lanchas offshore.

Aún así, la opulencia que uno asocia a los narcotraficantes no se deja ver en estos pequeños pueblos costeros, que solían vivir exclusivamente de la pesca y que hoy se benefician también del turismo. Se suceden uno tras otro, con nombres tan curiosos como Vilagarcía de Arousa, Cambados y Combarro. Luego de la ría de Arosa viene la de Pontevedra, en la que se halla la interminable playa de La Lanzada (interminable bajo cánones españoles, nada tan interminable como la costa del mar argentino) y el pueblito de Sanxenxo, con ese inconfundible ambiente playero de vacaciones.

En el extremo sur de la Costa de la Muerte, se encuentra el Cabo de Finisterre, llamado “fin de la tierra” por los romanos y desde aquel momento, convertido por creencia popular en el punto más occidental de España. Aunque en realidad no lo es, parece ser que los romanos dijeron “hasta aquí llegamos” y lo bautizaron acordemente y luego no hubo cartógrafo que pudiera hacer cambiar de opinión a las generaciones posteriores. Son gente de tradición. Algunos peregrinos continúan el camino hasta llegar a este cabo, que está marcado como el kilómetro 0 del Camino de Santiago; allí realizan rituales de purificación como quemar sus botas (se ven piedras ennegrecidas por estas pequeñas fogatas) o sumergirse en el agua.

Ya sea sobre las bonitas playas de arena blanca o mirando los acantilados en los que encallaron tantos barcos, todas las localidades de las Rías Bajas se ubican de cara al mar: su mayor fuente de riqueza y motivo de orgullo. Y no es para menos, además de gente estupenda, pueden jactarse de vistas maravillosas y de platos inolvidables.

1 comentario: