5 de octubre de 2012

Múnich, mil historias para contar


Múnich es difícil de pronunciar. No sé si se dice “miúnich” o “múnic” o cómo. Tampoco lo averigüé luego de haber pasado allí unos días, porque, por suerte, pasear por la ciudad es mucho más fácil que pronunciar su nombre.

Al atardecer llegamos a Munich y nos instalamos en el hermoso hotel St. Paul’s. Ale tuvo oportunidad de practicar el italiano, ya que mucha gente del sur de Alemania lo habla. Y yo seguí con mi viejo y peludo inglés, que raramente falla (así que no dejen de estudiarlo).

Múnich (que viene de “monje” en alemán, porque antiguamente era un asentamiento de monjes) es la capital de la zona llamada Baviera, que comprende el sur de Alemania. Es la tercera ciudad más grande del país y es conocida mundialmente por dos cosas: es el lugar de nacimiento del Nacionalsocialismo y allí se festeja la Oktoberfest.

El centro indiscutible de Múnich se llama Marienplatz y es, como su nombre lo indica, una plaza rodeada de hermosos edificios. Uno de ellos, el Nuevo Ayuntamiento, un edificio gris oscuro de estilo neogótico con balcones llenos de malvones rojos, alberga el famoso carrillón. Tiene 43 campanas y 32 figuras que, dos veces por día, suenan y se mueven representando dos escenas del 1500: un torneo con motivo de una boda y la celebración de los toneleros tras el final de la peste.

En el centro de la plaza se encuentra la Columna de María, decorada en la punta con una estatua de la Virgen hecha en oro. Al costado del Nuevo Ayuntamiento está el Viejo (que, curiosamente es más nuevo) que tiene una réplica exacta de la estatua de Julieta que hay en la ciudad de Verona.

Vale la pena recordar que casi toda la ciudad fue destruida con motivo de la II Guerra Mundial, por lo tanto, la mayor parte de los edificios emblemáticos están reconstruidos. Solo dos edificios no resultaron dañados (uno de ellos es la Catedral) y fue por el simple hecho de ser los más altos de la ciudad y, por lo tanto, puntos de referencia que ayudaban a los aviones aliados a orientarse. Si es difícil para uno ubicarse en una ciudad nueva, aún con mapa en mano, imagínense en medio de una guerra, donde no podías decir “al lado de la fuente del unicornio” porque, probablemente, cuando volvieras a pasar la fuente no estuviera en pie.

Estando en Marienplatz, y luego de ver el espectáculo del carrillón (que suena bastante desafinado, si me permiten acotar) tuvimos la suerte de unirnos a una de las geniales visitas guiadas de la ciudad.

La Catedral de Múnich presenta una figura curiosa porque sus torres terminan en cúpulas parecidas a bulbos verdosos. Nunca había visto semejante decoración, pero por esta zona es bastante famosa. Ésta iglesia, en la que dio misa como obispo el Papa Benedicto XVI, también tiene una insólita historia detrás. Parece que el arquitecto encargado de realizarla era un poco chanta, y se dedicó a gastar sistemáticamente el dinero que recibía, en cualquier cosa que no fuera la catedral. Apurado por los gobernantes para terminarla, y sin un centavo de lo que le habían dado recurrió, como no, a hacer un pacto con el Diablo. El Señor de las Tinieblas lo financió con la condición de que no pusiera ventanas en la iglesia y así se convirtiera en un lugar oscuro dedicado a sí mismo. Pero el arquitecto, que no hacía diferencias a la hora de andar estafando, aunque construyó la Catedral finalmente, no hizo caso a las exigencias del demonio. Éste, al verse embaucado por un mortal (el arquitecto había “escondido” las ventanas astutamente detrás de las columnas de la iglesia), dejó un pisotón furibundo en la entrada que quedó inmortalizado en una huella en bronce. Algunos dicen que es del pié del arquitecto nomás, y no me parece tan desacertado ya que siendo el Diablo seguro habría hecho más escándalo que dar un pisotón, por más bestial que sea éste.

La iglesia de Theatinerkirche es probablemente la más hermosa de Múnich. Por fuera es amarilla y tiene esas curiosas cúpulas verdes (robadas del renacentismo italiano y que tanto gustaron a los muniquenses después), por dentro es barroca y completamente blanca. Se encuentra en la plaza de Odeonplatz en cuyo extremo está el Pórtico de los Mariscales, construido por el rey Luis I y tristemente famoso por ser uno de los lugares desde donde Adolf Hitler daba sus discursos.

Toda la ciudad está plagada de recuerdos de la carrera política de Hitler. Es el lugar donde creó el movimiento nacionalsocialista, reuniéndose con unos cuantos para discutir tus ideas reformadoras en una Alemania que estaba en profunda crisis por la Depresión del 29 y la derrota en la I Guerra Mundial . También allí convenció a las fuerzas militares que se unieran a él y produjeran un levantamiento, llamado “Putsch de Múnich”, que fue aplacado con rapidez y con algunos muertos de saldo. Adolf fue a cárcel (su condena era de 5 años) pero con su extraordinaria capacidad de oratoria, logró que el juez lo dejara el libertad luego de pasar solo ocho meses en prisión.

Con renovadas fuerzas emprendió la carrera política y se fue ganando el apoyo (por más increíble que parezca ahora) de la población alemana, a través de planes económicos exitosos y también de exaltar el nacionalismo, el antisemitismo y el anticomunismo.

Pero después vuelvo a Hitler… Nuestro recorrido siguió por la plaza Max-Joseph donde se encuentra el Teatro Nacional (inspirado en los monumentos de la Grecia antigua) y la Residencia, considerada una joya del arte renacentista europeo y morada de la dinastía Wittelsbach hasta el siglo XIX.

En la calle Maximilian, una ancha avenida que cruza el centro de la ciudad, pueden hallarse las mejores tiendas internacionales, así como los hoteles de lujo, entre los que destaca el Kempinsky. Mientras caminábamos por esa calle, viendo las vidrieras y los autos estacionados a los costados de la vereda, no nos pareció tan desatinado que sea la segunda calle más cara de Europa, después de Champs Elysées en París. Pero igual me quedan dudas.

La plaza Platzl acoge uno de los atractivos turísticos más emblemáticos de Múnich: la cervecería Hofbräuhaus. Fue fundada en 1589 y sirvió como lugar de reunión al Duque y sus familiares y amigos. La población tuvo que esperar hasta el siglo XIX para entrar. Está rodeada por todo tipo de leyendas urbanas que incluyen bastones huecos por donde hacían pis los hombres debajo de la mesa, para no perder su asiento en la populosa cervecería; vomitorios en los baños para hacer lugar en el estómago para más cerveza y comida; y mujeres de dudosa reputación que merodeaban por los alrededores buscando hombres de los que aprovecharse. Básicamente era un gran ambiente asqueroso y potencialmente peligroso.

No ha cambiado mucho. Sigue siendo un enorme salón de techos altos pintados de amarillo y decorados con flores que tapan antiguas esvásticas de la época del nazismo. Largas mesas de madera y comunitarias están alineadas a lo largo de todo el local, dejando un pequeño lugar donde la banda toca música típica bávara. El ambiente es denso, caluroso y muy ruidoso. Las cervezas vienen en un tamaño casi único: la jarra de litro (que es personal). También flotan de acá para allá sobre las bandejas de los mozos, cacerolas con salchichas, bandejas de chucrut, pretzels y codillos de cerdo. Todos comen, toman cerveza y gritan. ¿Ya dije que las mesas eran comunitarias? Probablemente no tenga que aclarar que nuestros compañeros de mesa, la noche que fuimos a cenar, estaban un tanto alcoholizados. Uno de ellos confesó ir por su quinta jarra de cerveza. La cena estuvo aderezada con los alemanes beodos gritándonos en inglés que Bavaria era diferente del resto de Alemania (como si las ínfulas independentistas no estuvieran ya en boga), sacándonos fotos con flash con la cámara de otra gente e instándonos a que tengamos hijos (el alcohol actúa de maneras misteriosas). No va a ser mi lugar preferido en el mundo, pero fue toda una experiencia, se los aseguro.

En el piso superior se encuentra el salón que fue sede de la primera manifestación Nazi, protagonizada por Hitler y sus compañeros, que confabulaban sobre ideas reformistas para la Alemania depresiva, allá por el año 1920.

En la plaza Viktualienmarkt, visitamos un hermoso mercado de especialidades, donde se podían comprar quesos de Francia, vinos italianos y todo tipo de delicatesen. Junto al mercado, vimos nuestro primer biergarten, o “jardín de cerveza”, que no es más que un conglomerado de mesas de pic-nic, rodeadas de negocios que venden, por supuesto, cerveza. Es el lugar favorito de los bávaros para almorzar, sobre todo en verano, porque suelen estar al aire libre. Lo que caracteriza a los biergartens (o como sea su plural) es un gran palo pintado de blanco y azul, decorado con todo tipo de insignias y llamado “árbol de mayo”, éste es el que indica la existencia de uno de estos patios y, curiosamente, puede robarse y luego pedir recompensa por él.

De los maravillosos parques y jardines que hay en Múnich, el más grande y conocido es el Englische Garten (Jardín Inglés). Al modo usual para estos jardines, está armado de tal manera que parece que fuera natural, hay árboles y plantas de todo tipo y pequeños caminitos lo recorren en toda su extensión. Es muy grande (más que Central Park o Hyde Park) y no había voluntad de caminarlo todo, pero sí fuimos hasta la famosa ola de surf, una creación artificial hecha sobre el arroyo Eisbach, por los surfistas californianos que extrañaban sus playas. Insólita y, aparentemente, solo para surfistas experimentados, es muy concurrida por los amantes de ese deporte.

A solo una cuadra del hotel donde nos alojábamos, encontramos una bar de la antiquísima cervecería “Augustiner Bräu”, que se fabrica desde el 1328. Es una de las cervezas más típicas de la región y, ni más ni menos que la que recibe el Papa una vez por mes. Ésta cerveza es tan famosa y tan demandada en Bavaria, que no hace publicidad y tampoco se exporta.

Pero como de cerveza solo no se vive (aunque durante los 16 días que dura la Oktoberfest se consuman más de cinco millones de litros), también probamos las deliciosas especialidades locales, como los “spatzel” (parecidos a ñoquis alargados) y la sopa de albóndigas.

Cervecería Augustiner Brau

El Nuevo Ayuntamiento
Odeonplatz

Los techos de la cervecería Hofbrauhaus

Un biergarten




La huella del Diablo o del arquitecto...

Spatzel

La ola en el Jardín Inglés

4 comentarios:

  1. ¡Qué experiencia maravillosa! Hermosas imágenes y he aprendido muchísimo. Gracias guapa por compartirlo. Un beso, Lou

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    1. Gracias, Lou!! Como siempre, es un placer escribir para ustedes =)

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  2. Hola!!
    Ya te sigo y espero que tú también lo hagas.
    Además quería avisarte de que tengo un concurso en mi blog y espero que te animes a participar.
    http://milirio.blogspot.com.es/2012/09/concurso-aprendiendo-amar.html
    Besos.

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    1. Muchas gracias!! Ya mismo me pongo a leer tu blog y el concurso =)
      Besos!

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