Múnich
es difícil de pronunciar. No sé si se dice “miúnich” o “múnic” o cómo. Tampoco
lo averigüé luego de haber pasado allí unos días, porque, por suerte, pasear
por la ciudad es mucho más fácil que pronunciar su nombre.
Al
atardecer llegamos a Munich y nos instalamos en el hermoso hotel St. Paul’s.
Ale tuvo oportunidad de practicar el italiano, ya que mucha gente del sur de
Alemania lo habla. Y yo seguí con mi viejo y peludo inglés, que raramente falla
(así que no dejen de estudiarlo).
Múnich
(que viene de “monje” en alemán, porque antiguamente era un asentamiento de
monjes) es la capital de la zona llamada Baviera, que comprende el sur de
Alemania. Es la tercera ciudad más grande del país y es conocida mundialmente
por dos cosas: es el lugar de nacimiento del Nacionalsocialismo y allí se
festeja la Oktoberfest.
El centro
indiscutible de Múnich se llama Marienplatz y es, como su nombre lo indica, una
plaza rodeada de hermosos edificios. Uno de ellos, el Nuevo Ayuntamiento, un
edificio gris oscuro de estilo neogótico con balcones llenos de malvones rojos,
alberga el famoso carrillón. Tiene 43 campanas y 32 figuras que, dos veces por
día, suenan y se mueven representando dos escenas del 1500: un torneo con
motivo de una boda y la celebración de los toneleros tras el final de la peste.
En
el centro de la plaza se encuentra la Columna de María, decorada en la punta
con una estatua de la Virgen hecha en oro. Al costado del Nuevo Ayuntamiento
está el Viejo (que, curiosamente es más nuevo) que tiene una réplica exacta de
la estatua de Julieta que hay en la ciudad de Verona.
Vale
la pena recordar que casi toda la ciudad fue destruida con motivo de la II
Guerra Mundial, por lo tanto, la mayor parte de los edificios emblemáticos
están reconstruidos. Solo dos edificios no resultaron dañados (uno de ellos es
la Catedral) y fue por el simple hecho de ser los más altos de la ciudad y, por
lo tanto, puntos de referencia que ayudaban a los aviones aliados a orientarse.
Si es difícil para uno ubicarse en una ciudad nueva, aún con mapa en mano,
imagínense en medio de una guerra, donde no podías decir “al lado de la fuente
del unicornio” porque, probablemente, cuando volvieras a pasar la fuente no
estuviera en pie.
Estando
en Marienplatz, y luego de ver el espectáculo del carrillón (que suena bastante
desafinado, si me permiten acotar) tuvimos la suerte de unirnos a una de las
geniales visitas guiadas de la ciudad.
La
Catedral de Múnich presenta una figura curiosa porque sus torres terminan en cúpulas
parecidas a bulbos verdosos. Nunca había visto semejante decoración, pero por
esta zona es bastante famosa. Ésta iglesia, en la que dio misa como obispo el
Papa Benedicto XVI, también tiene una insólita historia detrás. Parece que el
arquitecto encargado de realizarla era un poco chanta, y se dedicó a gastar
sistemáticamente el dinero que recibía, en cualquier cosa que no fuera la
catedral. Apurado por los gobernantes para terminarla, y sin un centavo de lo
que le habían dado recurrió, como no, a hacer un pacto con el Diablo. El Señor
de las Tinieblas lo financió con la condición de que no pusiera ventanas en la
iglesia y así se convirtiera en un lugar oscuro dedicado a sí mismo. Pero el
arquitecto, que no hacía diferencias a la hora de andar estafando, aunque
construyó la Catedral finalmente, no hizo caso a las exigencias del demonio. Éste,
al verse embaucado por un mortal (el arquitecto había “escondido” las ventanas
astutamente detrás de las columnas de la iglesia), dejó un pisotón furibundo en
la entrada que quedó inmortalizado en una huella en bronce. Algunos dicen que
es del pié del arquitecto nomás, y no me parece tan desacertado ya que siendo
el Diablo seguro habría hecho más escándalo que dar un pisotón, por más bestial
que sea éste.
La
iglesia de Theatinerkirche es probablemente la más hermosa de Múnich. Por fuera
es amarilla y tiene esas curiosas cúpulas verdes (robadas del renacentismo
italiano y que tanto gustaron a los muniquenses después), por dentro es barroca
y completamente blanca. Se encuentra en la plaza de Odeonplatz en cuyo extremo
está el Pórtico de los Mariscales, construido por el rey Luis I y tristemente
famoso por ser uno de los lugares desde donde Adolf Hitler daba sus discursos.
Toda
la ciudad está plagada de recuerdos de la carrera política de Hitler. Es el
lugar donde creó el movimiento nacionalsocialista, reuniéndose con unos cuantos
para discutir tus ideas reformadoras en una Alemania que estaba en profunda
crisis por la Depresión del 29 y la derrota en la I Guerra Mundial . También
allí convenció a las fuerzas militares que se unieran a él y produjeran un
levantamiento, llamado “Putsch de Múnich”, que fue aplacado con rapidez y con
algunos muertos de saldo. Adolf fue a cárcel (su condena era de 5 años) pero
con su extraordinaria capacidad de oratoria, logró que el juez lo dejara el libertad
luego de pasar solo ocho meses en prisión.
Con
renovadas fuerzas emprendió la carrera política y se fue ganando el apoyo (por
más increíble que parezca ahora) de la población alemana, a través de planes
económicos exitosos y también de exaltar el nacionalismo, el antisemitismo y el
anticomunismo.
Pero
después vuelvo a Hitler… Nuestro recorrido siguió por la plaza Max-Joseph donde
se encuentra el Teatro Nacional (inspirado en los monumentos de la Grecia
antigua) y la Residencia, considerada una joya del arte renacentista europeo y
morada de la dinastía Wittelsbach hasta el siglo XIX.
En
la calle Maximilian, una ancha avenida que cruza el centro de la ciudad, pueden
hallarse las mejores tiendas internacionales, así como los hoteles de lujo,
entre los que destaca el Kempinsky. Mientras caminábamos por esa calle, viendo
las vidrieras y los autos estacionados a los costados de la vereda, no nos
pareció tan desatinado que sea la segunda calle más cara de Europa, después de
Champs Elysées en París. Pero igual me quedan dudas.
La
plaza Platzl acoge uno de los atractivos turísticos más emblemáticos de Múnich:
la cervecería Hofbräuhaus. Fue fundada en 1589 y sirvió como lugar de reunión
al Duque y sus familiares y amigos. La población tuvo que esperar hasta el
siglo XIX para entrar. Está rodeada por todo tipo de leyendas urbanas que
incluyen bastones huecos por donde hacían pis los hombres debajo de la mesa,
para no perder su asiento en la populosa cervecería; vomitorios en los baños
para hacer lugar en el estómago para más cerveza y comida; y mujeres de dudosa
reputación que merodeaban por los alrededores buscando hombres de los que
aprovecharse. Básicamente era un gran ambiente asqueroso y potencialmente
peligroso.
No
ha cambiado mucho. Sigue siendo un enorme salón de techos altos pintados de
amarillo y decorados con flores que tapan antiguas esvásticas de la época del
nazismo. Largas mesas de madera y comunitarias están alineadas a lo largo de
todo el local, dejando un pequeño lugar donde la banda toca música típica
bávara. El ambiente es denso, caluroso y muy ruidoso. Las cervezas vienen en un
tamaño casi único: la jarra de litro (que es personal). También flotan de acá
para allá sobre las bandejas de los mozos, cacerolas con salchichas, bandejas
de chucrut, pretzels y codillos de cerdo. Todos comen, toman cerveza y gritan.
¿Ya dije que las mesas eran comunitarias? Probablemente no tenga que aclarar que
nuestros compañeros de mesa, la noche que fuimos a cenar, estaban un tanto
alcoholizados. Uno de ellos confesó ir por su quinta jarra de cerveza. La cena
estuvo aderezada con los alemanes beodos gritándonos en inglés que Bavaria era
diferente del resto de Alemania (como si las ínfulas independentistas no
estuvieran ya en boga), sacándonos fotos con flash con la cámara de otra gente
e instándonos a que tengamos hijos (el alcohol actúa de maneras misteriosas).
No va a ser mi lugar preferido en el mundo, pero fue toda una experiencia, se
los aseguro.
En
el piso superior se encuentra el salón que fue sede de la primera manifestación
Nazi, protagonizada por Hitler y sus compañeros, que confabulaban sobre ideas
reformistas para la Alemania depresiva, allá por el año 1920.
En la
plaza Viktualienmarkt, visitamos un hermoso mercado de especialidades, donde se
podían comprar quesos de Francia, vinos italianos y todo tipo de delicatesen.
Junto al mercado, vimos nuestro primer biergarten,
o “jardín de cerveza”, que no es más que un conglomerado de mesas de pic-nic,
rodeadas de negocios que venden, por supuesto, cerveza. Es el lugar favorito de
los bávaros para almorzar, sobre todo en verano, porque suelen estar al aire
libre. Lo que caracteriza a los biergartens (o como sea su plural) es un gran
palo pintado de blanco y azul, decorado con todo tipo de insignias y llamado
“árbol de mayo”, éste es el que indica la existencia de uno de estos patios y,
curiosamente, puede robarse y luego pedir recompensa por él.
De
los maravillosos parques y jardines que hay en Múnich, el más grande y conocido
es el Englische Garten (Jardín Inglés). Al modo usual para estos jardines, está
armado de tal manera que parece que fuera natural, hay árboles y plantas de
todo tipo y pequeños caminitos lo recorren en toda su extensión. Es muy grande (más
que Central Park o Hyde Park) y no había voluntad de caminarlo todo, pero sí
fuimos hasta la famosa ola de surf, una creación artificial hecha sobre el
arroyo Eisbach, por los surfistas californianos que extrañaban sus playas.
Insólita y, aparentemente, solo para surfistas experimentados, es muy
concurrida por los amantes de ese deporte.
A
solo una cuadra del hotel donde nos alojábamos, encontramos una bar de la
antiquísima cervecería “Augustiner Bräu”, que se fabrica desde el 1328. Es una
de las cervezas más típicas de la región y, ni más ni menos que la que recibe
el Papa una vez por mes. Ésta cerveza es tan famosa y tan demandada en Bavaria,
que no hace publicidad y tampoco se exporta.
Pero
como de cerveza solo no se vive (aunque durante los 16 días que dura la
Oktoberfest se consuman más de cinco millones de litros), también probamos las
deliciosas especialidades locales, como los “spatzel” (parecidos a ñoquis
alargados) y la sopa de albóndigas.
![]() |
Cervecería Augustiner Brau |
El Nuevo Ayuntamiento |
Odeonplatz |
Los techos de la cervecería Hofbrauhaus |
Un biergarten |
La huella del Diablo o del arquitecto... |
![]() |
Spatzel |
La ola en el Jardín Inglés |
¡Qué experiencia maravillosa! Hermosas imágenes y he aprendido muchísimo. Gracias guapa por compartirlo. Un beso, Lou
ResponderEliminarGracias, Lou!! Como siempre, es un placer escribir para ustedes =)
EliminarHola!!
ResponderEliminarYa te sigo y espero que tú también lo hagas.
Además quería avisarte de que tengo un concurso en mi blog y espero que te animes a participar.
http://milirio.blogspot.com.es/2012/09/concurso-aprendiendo-amar.html
Besos.
Muchas gracias!! Ya mismo me pongo a leer tu blog y el concurso =)
EliminarBesos!