18 de noviembre de 2014

Los gusanos brillantes de Waitomo



Hay maravillas de la naturaleza que son tan pequeñas que casi pasan desapercibidas. Aunque éste podría haber sido el caso de los gusanos brillantes, no lo fue gracias a dos exploradores (uno maorí y otro inglés) que en el año 1887 se adentraron en las misteriosas cuevas de Waitomo (maorí para “corriente que fluye dentro de un agujero en la tierra”) con poco más que unas velas. Es de admirar el coraje de estos exploradores porque lo que es yo, ni en el 2014 que corre, me hubiera metido por aquella hendidura en la roca sin saber lo que podía encontrar. Aunque en el interior me esperara un pequeño fenómeno de la naturaleza.

A las cuevas de Waitomo se accede ahora por un moderno centro de información en medio del bosque. Por dentro, las cuevas son de piedra caliza que se formó hace 30 millones de años debajo del mar. Sus paredes muestran vetas de diferentes colores e incluso contienen restos fósiles de esqueletos de peces, moluscos y corales. Cuando los movimientos de las placas tectónicas comenzaron a empujar grandes masas de tierra por esta zona de Nueva Zelanda, las cuevas salieron a la superficie. Con el paso del tiempo, el agua de lluvia se empezó a colar dentro y comenzó a gastar la piedra caliza para crear curiosas estructuras en forma de conos llamadas estalactitas y estalagmitas, según si la base está en el techo de la cueva o en el suelo. Su formación es terriblemente lenta (un centímetro cúbico cada 100 años) y se asemejan a los castillos de arena mojada en la playa. Cuando se unen una estalactita y una estalagmita, se forma una extraña columna que parece derretida.

 


Las cuevas están llenas de estas decorativas formaciones rocosas en muchos tonos de rosa y marrón. Y el agua sigue goteando por todos los rincones, tanto es así que hay ríos y lagos subterráneos. Por ellos se puede andar en pequeños barquitos que navegan en la oscuridad para no asustar a los más ilustres habitantes de estas cuevas: los gusanos brillantes (glowworms).

Luego de pasear entre estalactitas y estalagmitas (no me canso de decirlo, me siento tan culta…) nos sumergimos en la profundidad de la cueva bajando por unas escaleras peligrosamente poco iluminadas, hasta llegar a un río. Aleccionados por la guía sobre la imposibilidad de hacer fotos, de hacer ruido o de encender luces (los gusanos brillantes son bastante exigentes con su público), nos subimos a un minúsculo barquito en la oscuridad de la gruta. Tal era la oscuridad que solo escuchábamos el agua del río, no veíamos las paredes de la cueva, ni siquiera nos veíamos las caras. Todo esto (el silencio, la oscuridad, el barquito) tuvo sentido cuando miramos hacia arriba… nos deslizábamos muy lentamente por este río subterráneo con algo similar a una galaxia brillando por encima de nuestras cabezas.



Como la naturaleza es a la vez maravillosa y un poco desagradable, estas pequeñas lucecitas en la oscuridad no eran más que una especie de mosquitos y sus hijos: las larvas. Estos insectos producen un efecto único en el mundo (literalmente, porque solo existen en Nueva Zelanda): prendidos al techo de las cuevas, desprenden unas lucecitas verdes y azules, como luciérnagas pero de otro color. Hay tal cantidad en los techos de Waitomo, que se ven como un cielo estrellado. ¡Es algo alucinante! A parte de la belleza estética, las larvas utilizan esa luz para atraer a sus presas y sueltan un hilo baboso semejante al de las arañas, para atraparlas.

Navegamos un ratito por este río oculto, bajo la galaxia de gusanos brillantes y rodeados de la más absoluta oscuridad, excepto por el sonido de gotas que caían del techo cada tanto. La guía impulsaba nuestro barquito gracias a un sistema de cuerdas agarradas en la roca. Con el río salimos a la superficie unos cientos de metros más adelante, entre la espesura del bosque. Nos bajamos de la pequeña embarcación en un muelle de madera junto a la abertura de la cueva: el lugar exacto por donde entraron nuestros exploradores en una balsa a finales del 1800.


(Nota de la autora: como no se podían sacar fotos, las imágenes con las que acompaño estas crónicas pertenecen a la página de las cuevas de Waitomo waitomo.com y a otros viajeros que tuvieron la amabilidad de poner sus fotos en internet como amusingplanet.comwhenonearth.net, travelet.com y bisozozo.com ).



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