29 de enero de 2012

El viaje


-Un viaje consiste en trasladarse de un lugar a otro. Aunque hay acepciones muy diferentes, ésta es la más aceptada. Involucra a un sujeto, movimiento y un medio de transporte que puede ser tan variado como un caballo o el magnífico AVE.

Es el propósito de un viaje llegar a destino. Pero hay veces que el recorrido en sí es tan especial que se convierte en un destino propio. En tales ocasiones, el motivo de alarde al compartirlo con otros deja de ser el “estuve en” para pasar a ser el “viajé por” (que es lo mismo que decir que uno recorrió un lugar, no solo como consecuencia indivisible de la acción de trasladarse, sino como motivación en sí, prestando atención a los paisajes y tal vez, deteniéndose a tomar fotografías).

Podría sonar incongruente el hecho de que un viaje sea un destino, pero suele darse que el destino de una persona sea simplemente viajar. Aunque, si se entiende viajar como trasladarse de un lugar a otro, parece evidente que será ese el destino todo el género humano, ya que es muy difícil llevar una vida sin transportarse de un lugar al siguiente.

Aun así, supongamos que una persona consigue pasarse toda su existencia sin movilizarse, ni siquiera un ápice; supongamos que esté absolutamente detenida. En ese caso cabría utilizar la segunda acepción de viaje, referida a algo más espiritual o intelectual y convenir que, aunque tal persona haya logrado no moverse en toda su vida, es posible que igualmente haya realizado viajes que lo llevaron de un lugar a otro en su intelecto o en su espiritualidad.

Por lo tanto, nuestro razonamiento tiene que concluir que todos los seres humanos estamos viajando. Socialmente usted pueda no ser aceptada cuando diga que está viajando, si está quieta en un sitio. Existe la posibilidad de que consideren que está utilizando drogas.

Así que, volviendo al tema que nos ocupaba, es recomendable que se refiera a un viaje cuando tenga pensado llegar a cierto destino o cuando realice un recorrido memorable. Siendo todos éstos lugares físicos y no los que estén en su imaginación.

-¿Cuánto falta?- preguntó la niña, que no entendía de teorías, ni de destinos pero que, aun así, ya tenía su propia concepción de lo que significaba viajar. El chófer sonrió.

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